El viaje de Sergio Massa por Estados Unidos dejó varias certezas. Una de ellas es que el Fondo Monetario aprobará a principios de octubre la segunda revisión del Programa del Acuerdo Ampliado con la Argentina.
En la decisión del FMI pesaron las decisiones tomadas por Massa (antes por la breve ministra Silvina Batakis) en materia de ajuste del gasto público, suspensión del financiamiento del déficit por parte del Banco Central, mayor control de la emisión e incremento de reservas.
Kristalina Georgieva, la mandamás del Fondo, también rescató un aspecto político. En una entrevista con Masood Ahmed, presidente del Centre for Global Development, subrayó que «todo el gobierno está comprometido con el programa». Llegó a esa conclusión al ver sentados en su mesa a Massa y a Miguel Ángel Pesce, el titular del Banco Central. Perspicaz, Georgieva sabe que la continuidad del programa depende de que todas las facciones mantengan los pies en el plato.
Devaluación
Los próximos tres meses y medio que quedan de 2022 serán testigos de una nueva presión en favor de la devaluación brusca del peso. El eje del debate es la magnitud de la brecha entre el dólar oficial y los dólares alternativos. Del lado del gobierno aseguran que la prueba realizada con el dólar para los sojeros fue exitosa porque «se logró el objetivo» de que vendan soja a las exportadoras y estas ingresen los dólares por las ventas externas. Ello estimula la idea de llevar el modelo a otros sectores que puedan reaccionar de forma inmediata con más exportaciones. No hay muchos con esa posibilidad.
El gobierno esgrime este argumento ante los que presionan por una devaluación fuerte. Hay versiones que indican que el propio FMI está en esa tesitura y que no confía en que el mecanismo del dólar soja revierta la brecha.
Además, Massa apuesta a que el ingreso de divisas del BID y el Banco Mundial respalden las reservas, junto con una negociación con el Club de París (a fin de mes viajará a la capital francesa) para postergar pagos hasta 2024.
Por último, el titular del Palacio de Hacienda espera recibir un préstamo del FMI por unos U$S 1300 millones a partir de la nueva línea de crédito blando que abrió la entidad.
Inflación y déficit
A su vez, la brecha también recibe la influencia de la inflación. El 7% que marcó la carestía de agosto generó un fuerte ruido entre los tenedores de títulos y activos en pesos: podría volver una fuerte corrida hacia los activos dolarizados tras un mes de tregua, con lo que la brecha volvería a crecer.
Enntre los especuladores se observa que la devaluación diaria del peso no alcanzaría para acompañar la inflación, con lo que se produciría un nuevo atraso cambiario que retroalimentará las presiones por una devaluación en regla. Según el Mensaje que acompaña al proyecto de Ley de Presupuesto 2023, el valor del dólar mayorista debería ser de $ 166,50 a fin de año, lo que implica una devaluación del 20% respecto del valor que ese mismo dólar tenía al inicio de septiembre.
Pero la inflación marcha a otro ritmo. Los analistas privados prevén que en septiembre ronde el 7%. La consultora LCG indicó que las subas de los precios de los alimentos de las primeras dos semanas de septiembre superaron a las observadas en el mismo período de agosto.
En el REM que publica el Banco Central, los analistas promediaron subas de precios para octubre del 5,7%, para noviembre, del 5,5% y para diciembre del 5,8%.
En el Mensaje enviado al Congreso, se lee: «Para los próximos meses se espera que la tasa de inflación retome un sendero de desaceleración, de la mano de una mayor estabilidad tanto en el plano internacional como el local, así como también por las diversas medidas tomadas por el Gobierno Nacional».
La reducción del déficit fiscal es la otra pata que el FMI y el mercado exigirán como moneda de cambio de una devaluación. Al reducirlo, el gobierno requiere emitir menos deuda (el financiamiento con emisión del BCRA ya está cancelada), lo que le sacaría presión al mercado financiero. «