Aunque se la daba por descontada (buena parte de los operadores esperaban la decisión para fines de la semana pasada), la suba de tasas del Banco Central no dejará de tener efectos en la economía. La decisión del organismo regulador de subir en 200 puntos básicos (un 2% anual) la tasa de referencia encarecerá el costo del dinero para el financiamiento de los proyectos y ya produjo algunas consecuencias en la manera en que el gobierno cubrirá su déficit.

En concreto, la entidad que preside Miguel Pesce dispuso subir a 44,5% anual el rendimiento de sus Leliq (letras de liquidez) a 28 días. De la misma manera, elevó el piso a pagar por los bancos en las colocaciones a plazo fijo realizadas por personas humanas a 43,5% anual. El comunicado oficial informó que la decisión fue para “propiciar su transmisión plena al retorno de las colocaciones a plazo en pesos” y que se busca “establecer un sendero de tasa de interés de política de manera de propender hacia retornos reales positivos sobre las inversiones en moneda local y de preservar la estabilidad monetaria y cambiaria”.

Dicho en criollo, lo que busca el Central es mantener las tasas en un nivel competitivo con la inflación, para que los inversores continúen haciendo depósitos en pesos y no los conviertan en dólares. Según la entidad, esta actualización logra ese cometido: en los plazos fijos, la tasa efectiva anual (la que surge de reinvertir cada 30 días los intereses acumulados junto con el capital original) es de 53,3%, casi igual al último dato del índice de precios al consumidor.

Se trata de la tercera suba de la tasa en lo que va del año. Desde enero, cuando el valor de referencia estaba en 38%, subió 6,5 puntos anuales. Semejante alza presupone un golpe para quienes desean concretar algún proyecto de inversión, ya que el costo de financiamiento se encarece notablemente. Sin ir más lejos, los saldos impagos en las tarjetas de crédito también se verán afectados.

La nueva política monetaria fue consensuada con el Fondo Monetario Internacional. El objetivo es no sólo desalentar la inclinación hacia el dólar (lo que hubiese forzado una devaluación que el gobierno no quiere llevar adelante), sino hacer más atractiva para los inversores privados la compra de títulos con que el gobierno pueda financiar su déficit primario. A partir de las restricciones a la emisión monetaria impuestas por el FMI, esos instrumentos de deuda pasan a ser el principal recurso del Tesoro para conseguir fondos frescos.

Sin embargo, en la licitación de títulos de este martes hubo señales negativas. Ante las perspectivas de una suba de precios cada vez más acelerada, los inversores dejaron en claro que prefieren los instrumentos ajustados por el índice CER (que sigue el ritmo de la inflación) y no se mostraron entusiasmados con los títulos a tasa fija que propuso la Secretaría de Hacienda. “El Tesoro buscaba extender vencimientos por $ 84 mil millones y apenas consiguió $ 44 mil millones. En lo que parecía una licitación accesible teniendo en cuenta lo realizado en las ventanas anteriores, el mercado señaló pulgar hacia abajo ante un menú de instrumentos poco atractivos”, resumió un informe del Grupo Cohen. “La necesidad de cobertura y las expectativas de que la inflación 2022 se ubicará por sobre el resto de los instrumentos hace que el mercado no convalide la demanda de otros instrumentos que no sean los CER”, agregó el análisis. Con ese panorama, sumado a la fuerte resistencia a la baja que experimenta la inflación, todo indica que habrá nuevos retoques a la tasa de interés en los próximos meses.