El 2,3% de inflación que registró el Indec para el mes de enero significó un aliciente para las autoridades económicas, que pasaron airosas el primer examen en la materia.
Se trata, en efecto, de un importante cambio en la tendencia con relación al 3,7% de diciembre. Pero detrás del éxito parcial se advierten muchas señales de alerta sobre varios factores que pueden volver a disparar el índice en los próximos meses.
De acuerdo al informe divulgado el jueves, buena parte de la desaceleración se debe a los precios regulados, que en su conjunto aumentaron sólo el 1,1 por ciento.
Allí se destacan las tarifas de los servicios públicos, el combustible, el transporte y otros sobre los cuales se dictó un congelamiento de precios temporario. Dentro de tres o cinco meses, según el caso, esos renglones volverán a anotar subas. Algo parecido ocurrió en Salud, donde la evolución fue negativa (-2%) por el acuerdo celebrado con los laboratorios que permitió rebajas en una larga lista de medicamentos. Esa disminución fue por única vez y no se repetirá en los próximos meses.
En el otro extremo se destacan los precios afectados por cuestiones estacionales. Así, Recreación y Cultura (5,0% de variación mensual) y Restaurantes y Hoteles (4,2%) reflejaron la mayor demanda habitual de los períodos de vacaciones.
Pero el dato que llama la atención es el de Alimentos y Bebidas, que subió un 4,7%. Es un componente clave del índice, no sólo porque es el de mayor ponderación en la canasta de productos que mide el Indec sino porque impacta de lleno en las clases más bajas, que dedican la mayor parte de sus ingresos a esos fines.
Es la llamada inflación de supermercado o sensación térmica de los consumidores, que opaca cualquier cálculo estadístico con mayor rigor científico.
En el gobierno creen que esa suba estuvo influida por el restablecimiento del IVA a los alimentos básicos, que en los meses finales de la gestión de Mauricio Macri había sido suspendido por cuatro meses.
Tras una fuerte puja, productores y supermercadistas acordaron repartirse el costo de la medida. El Ministerio de Producción, por su parte, relanzó el programa Precios Cuidados, que volvió a ocupar un lugar visible en las góndolas. Pero así y todo muchos artículos de primera necesidad tuvieron incrementos de precios de dos dígitos. Pan de mesa, arroz, asado, carne picada, filet de merluza, yogur firme y azúcar mostraron subas de entre el 10% y el 14% con relación al mes pasado.
Perdieron las consultoras
De todas maneras, el número final fue bastante menor al que había predicho la mayoría de las consultoras que realizan mediciones por su cuenta. A fin de enero, el conjunto de analistas encuestados por el Banco Central para su habitual relevamiento de expectativas convino que el mes había cerrado con un alza de precios del 3,5 por ciento.
Semejante diferencia puso al Indec en la mira. Su titular, Marco Lavagna, rechazó de plano cualquier anomalía en la elaboración del informe y destacó que los técnicos y encuestadores son los mismos que vienen de la gestión anterior encabezada por Jorge Todesca. «Encontré un Indec funcionando. Hay equipos de trabajo sólidos. Y corresponde continuarlos. Por eso los mantuve, porque importa la credibilidad», señaló en una entrevista por Radio Continental. Para el exdiputado por el Frente Renovador, hay una explicación a la brecha entre lo que se esperaba y lo que se dio. «Cuando tenés tantos cambios, que fue lo que pasó desde diciembre hasta enero, suele pasar que las expectativas no ajustan tan rápido. El Indec lo ajusta inmediatamente», explicó.
En su rol de economista más que de funcionario, Lavagna intentó poner en su justa dimensión la cifra oficial. «Hay que ser muy cauto con ese número. Es positivo si se lo compara con diciembre. Pero a la inflación hay que solucionarla estructuralmente, no con un dato más bajo», opinó. «