El sector industrial utilizó solamente el 65,7% de su capacidad instalada durante el mes de marzo, según la estimación que dio a conocer el Indec. El número muestra un rebote con relación al mes anterior, cuando el índice había tocado el piso de los últimos 15 meses, aunque en la comparación interanual, que registra los efectos estacionales, la suba es de apenas 0,9 puntos (64,8% en marzo de 2016).
La estadística se elabora en base a un relevamiento entre más de 600 empresas. Para su cálculo se tiene en cuenta la producción máxima que cada sector puede obtener, considerando criterios técnicos como el aprovechamiento potencial de las plantas productivas, el máximo de turnos posibles y las paradas necesarias para el mantenimiento de las instalaciones. Desde que el Indec inició la serie con la metodología actual, en enero de 2016, el número osciló entre un techo de 68,4% en noviembre y un piso de 60,0% en febrero de este año. En otras palabras, en los últimos tiempos la industria funcionó en promedio a las dos terceras partes de sus posibilidades.
El desglose sectorial muestra fuertes disparidades. Entre los rubros que distingue el Indec, las industrias vinculadas al papel y cartón trabajaron al 87,7% de su capacidad y la refinación del petróleo al 79,9%. En el otro extremo, a la mitad de su capacidad o incluso por debajo de esa línea, están sectores sensibles como la metalmecánica (50,5%) y la industria automotriz (48,2%). Otros que quedaron por encima de la media general fueron los productos del tabaco (76%), productos minerales no metálicos (75,6%), industrias metálicas básicas (75,6%), productos alimenticios y bebidas (70,2%) y sustancias y productos químicos (67,3%), mientras que por debajo del promedio también se encontraron productos textiles (57,3%), edición e impresión (55,5%) y productos de caucho y plástico (55%).
De los 12 sectores, seis usaron más capacidad que el año pasado y otros tantos utilizaron menos que en marzo de 2016, lo que dificulta vislumbrar una tendencia. En general, las cifras reflejan la caída en el consumo y en la demanda de bienes y servicios, como también el efecto desplazamiento que las importaciones causan en la producción local, desplazándola (por ejemplo, los textiles que provienen del sudeste asiático o los autos desde Brasil). Además, se evidencia que si hubiera alguna reactivación, las empresas tienen un amplio margen de respuesta antes de estudiar nuevas inversiones, lo que tampoco ayuda a una eventual recuperación de la demanda agregada.