Con la economía semiparalizada, los mercados convulsionados y un margen de maniobra acotado, Hernán Lacunza prepara las primeras medidas que tomará como ministro de Hacienda, el tercero de la presidencia de Mauricio Macri. El economista, de 50 años, ex gerente general del Banco Central y del Banco Ciudad y ministro de Economía bonaerense hasta hace pocas horas, toma posesión de su cargo este martes.
Después de reuniones de urgencia con su antecesor en el cargo, Nicolás Dujovne, y con el presidente del Banco Central, Guido Sandleris (a quien tuvo bajo sus órdenes por unos meses como subsecretario de Finanzas en el ámbito provincial, en 2016), este lunes Lacunza visitó a Macri en la Quinta Los Abrojos, donde descansa el primer mandatario. “El presidente me transmitió las prioridades de la gestión para los próximos meses”, fue su única declaración.
El panorama no podría ser más desolador para el ministro entrante. La devaluación de la semana pasada ya llegó a los supermercados, lo que asegura un fuerte rebrote inflacionario. Muchas cadenas comerciales están cortadas por falta de precios, como señaló Tiempo en su edición impresa del último domingo. A ello se suman la depresión en el consumo, la prolongada recesión, el cierre de pequeñas y medianas empresas y la pobreza creciente.
En la Casa Rosada, sin embargo, no parecen prestarle demasiada atención a esos problemas que ya se vienen manifestando hace muchos meses. La única obsesión es lo que pasa en los mercados financieros. La prioridad es ponerle coto al dólar, que en la última semana saltó de 46 a 63 pesos, para luego retroceder a 58. Aunque este lunes no hubo actividad financiera local por el feriado, en las plazas internacionales tomaron nota del cambio de calificación de los bonos argentinos (la consultora Fitch los degradó a la categoría CCC, alertando que “aumenta la probabilidad de un default”) y eso provocó un nuevo violento desplome de papeles de empresas nacionales que cotizan en Wall Street, que cayeron hasta 15%. El riesgo país volvió a rozar los 1.900 puntos. Nadie en la City asegura que la volatilidad haya finalizado.
Lo más importante en la gestión de Lacunza, sin embargo, es lo que menos tiene que ver con su solvencia en la materia o sus ideas. Se trata del caudal político que le queda al gobierno después de la aplastante derrota en las primarias del domingo 11 y del rol que le adjudicará al nuevo ministro. Las últimas medidas de aliento al consumo, lanzadas de manera desordenada y contradictoria con todo lo hecho en los últimos tres años y medio, mostraron la desorientación de las autoridades y empujaron a la renuncia de Dujovne. Este era el brazo ejecutor de un programa diseñado con los manuales del Fondo Monetario Internacional y que pregonaba el déficit fiscal cero (el primario, porque el que incluye los intereses de la deuda es sideral), la libre flotación del dólar y el estricto control de la base monetaria. Su cumplimiento abría las puertas al financiamiento del FMI, el único que queda para pagar el festival de deuda que tomó el gobierno en los últimos tres años. El naufragio electoral de Juntos por el Cambio hace pensar que la continuidad de ese programa está, por lo menos, en duda. La cuestión es qué piensa hacer Macri con ese aliado estratégico, que con sus aportes le permitió sostener su mandato y con sus condicionamientos le vuelve muy difícil renovarlo. Y luego, saber qué papel jugará Lacunza en esa relación. O en el cierre de esa relación.