El consenso del establishment económico internacional es que el crecimiento económico de la Argentina será bajo en 2023. El Fondo Monetario y el Banco Mundial lo calcularon en el 2% para todo el año; la OCDE, una asociación en la que confluyen tanto naciones con economías fuertes como otras con menor desarrollo, y a la que la Argentina aspira a ingresar, estimó un magro 0,5%. La Cepal, un organismo de Naciones Unidas especializado en investigaciones económicas y sociales sobre América Latina, prevé un 1%.

Esta mirada es compartida por los analistas locales. Antes del inicio de este fin de semana extra largo, el Banco Central publicó su Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) correspondiente a noviembre, del que participaron 26 consultoras y 13 entidades financieras. Allí, los encuestados vuelcan su mirada sobre varios aspectos de la marcha de la economía. El más conocido es el de la inflación, pero también se pronuncian sobre el crecimiento de la economía.

En ese sentido, quienes participaron del REM señalaron que el crecimiento económico de 2023 será del 0,7%. Lo interesante es la perspectiva cada vez más pesimista de estos analistas a los que el BCRA les consulta mes a mes. El número es 0,2 de punto porcentual más bajo que el pronostico que dieron a fines de octubre, y 0,4 de punto porcentual menos que lo dicho en agosto.

Los encuestados indicaron, además, que prevén una contracción real del PIB en el primer trimestre de 2023 del 0,2% respecto al mismo período de 2022. Pero un mes atrás, decían que entre enero y marzo próximos la economía crecería un 0,2%.

La diferencia entre uno y otro dato, el de la caída del PIB y el de su crecimiento, con cifras tan finitas, puede parecer una discusión bizantina cuando hay elementos, como la sequía que afecta la actividad agropecuaria o el desquicio del comercio internacional provocado por la pandemia y la guerra de Rusia y Ucrania, cuya influencia final está por verse. Pero para el ciudadano de a pie, la distancia entre una Argentina que crece y otra que no lo hace, puede significar la pérdida del empleo o de su capacidad de compra a partir de sus ingresos.

Apuesta

El ministro de Economía, Sergio Massa, sostiene que la economía nacional crecerá el año que viene un 2%, tal como está estipulado en el Presupuesto. Los motores de ese desarrollo son, en la mirada del ministro, la actividad agropecuaria, la explotación minera, la producción de energía y el despliegue de la llamada economía del conocimiento.

En todos los casos, se trata de actividades cuyo potencial está en la exportación, más que en el mercado interno.

Desde el sector privado hay una mirada parecida. Un reciente informe de la Cepal indicó que la inversión extranjera directa (IED) en la Argentina en 2021 se dirigió con fuerza hacia la extracción de petróleo y gas en Vaca Muerta y de litio en el norte del país (contrariando la expectativa de Massa de que suba la inversión en la extracción de cobre). Esta IED sumó U$S 6782 millones y en su mayoría fue el resultado de la reinversión de utilidades, mecanismo al que apelan las firmas por las trabas que imponen el gobierno y el Banco Central a la salida de dólares y a cambio del cual plantean «estímulos» a su actividad. Es el caso de la industria automotriz y autopartista, que obtuvo una reducción de las retenciones para sus ventas al exterior a partir de 2023.

En cambio, la actividad estatal no será un motor de la economía por el cuadro de reducción del gasto público comprometido por el gobierno a partir del acuerdo con el FMI, que prevé una disminución general de las partidas presupuestarias, incluidas las de capital destinadas a obras públicas.

Entre los economistas más cercanos al establishment, la clave de 2023 está en que la inversión privada será escasa por el contexto de alta inflación y la falta de dólares para importar, sin contar con el ruido político de un año electoral.

Este comportamiento incluiría a la actividad agropecuaria, golpeada por la sequía. La falta de agua en los campos ya derivó en un retraso importante en la siembra de maíz y soja, que conforman el núcleo de las exportaciones de este sector, y cuyas cosechas de producen entre abril y mayo. El último informe de la bolsa de Cereales de Buenos Aires indica un retraso de la siembra de soja de 19 puntos porcentuales respecto del año pasado y con muchos de los cultivos ya sembrados en malas condiciones. Algunas fuentes calculan que las pérdidas podrían orillar los U$S 5000 millones. «

Mendiguren y la inversión

La tasa de inversión en el país «es la más alta de los últimos diez años» al situarse en el 22% del Producto Bruto Interno (PBI), afirmó ayer el secretario de Industria y Desarrollo Productivo, José Ignacio de Mendiguren. «Hoy la inversión en la Argentina está en el 22% del Producto y es la más alta de los últimos diez años; esto quiere decir que es mentira que se está en una crisis terminal», subrayó de Mendiguren en diálogo con la radio AM 750.

El funcionario aseguró que «hoy la Argentina está en un momento bisagra» al encontrase «al borde de dar el salto definitivo al desarrollo con el litio, el gas, el petróleo, la minería y la agroindustria».

Mendiguren aseguró que «hoy, de las 24 provincias, 22 tienen casi pleno empleo» y afirmó que la clave estará en «mantener este nivel de actividad y la inversión».

«La decisión política de este gobierno, a diferencia de todos los otros planes de estabilización, es de estabilizar preservando el poder adquisitivo del salario», aseveró el funcionario.