Las canastas del Indec que se usan para medir los niveles de pobreza e indigencia treparon por encima del 8 por ciento y se escapan de la inflación general. Esto significa que los aumentos de precios golpean con mayor dureza en los sectores más vulnerables de la sociedad.
Tal como publicó Tiempo en octubre del año pasado, la inflación de los más pobres crece por encima del resto. Sin embargo, los números del último informe del Indec (septiembre, cuando el dólar se disparó) son más alarmantes aún.
La Canasta Básica Alimentaria (CBA, que sirve para medir la pobreza) dio para septiembre una suba del 8,5%; la Canasta Básica Total (CBT, que sirve para medir la indigencia), del 8,1%. Ambas, por arriba del 6,5% de inflación general.
En el acumulado de 2018 (septiembre), la CBA subió un 36,3%; la CBT, un 35,3%. En tanto, la inflación general del año está en 32,4%.
En términos interanuales (acumulado de los últimos 12 meses), la CBA creció un 43,1%; la CBT, un 46%. En tanto, la inflación general del período fue de 40,5%.
Con estos porcentajes, una familia compuesta por dos adultos y dos menores necesita $ 22.558 para no ser pobre y $ 9.059 para no ser indigente. En tanto, un adulto necesita $ 7.300 para no ser pobre y $ 2.932 para no ser indigente.
El legislador porteño Gabriel Solano (FIT – PO) explicó a Tiempo que este fenómeno ocurre por la devaluación del dólar, entre otros factores. “Las canastas de productos básicos están muy asociadas a los precios de los alimentos y la devaluación impacta en estos productos por varios motivos. En primera instancia, son productos exportables. Entonces, la devaluación se traslada más rápidamente al mercado interno porque el productor puede optar por venderlo directamente a precio dólar en el mercado nacional”. En el mismo sentido, resumió: “La eliminación de las retenciones (volvieron, pero de manera muy pequeña) contribuye con esto, ya que las retenciones cumplen doble papel: por un lado, tienen una función recaudatoria; por otro, desengancha el precio interno al externo. Es decir, si tenés una retención del 30%, estás dispuesto a venderlo al mercado interno a un 30% menos. Sin retenciones, el impacto es más fuerte porque se equipara el precio de exportación con el local”.
Para Solano, “los productos de las canastas operan con la elasticidad de la demanda. Hay productos que no podés dejar de consumir porque son de primera necesidad, como los alimentos. Esto significa que tanto el productor como el comerciante pueden aumentar los precios sin que se desplome la demanda”.
Finalmente, agregó: “Todo esto, sumado a que los aumentos en tarifas y en transporte afectan muchísimo a sectores de menores ingresos, completan un escenario muy negativo para los sectores más vulnerables de la sociedad. Es la conclusión necesaria de la política económica de Cambiemos”.