La deuda pública se encamina a romper una barrera fabulosa: el medio billón de dólares. El último resumen oficial publicado esta semana por la Secretaría de Finanzas, con información actualizada al 30 de septiembre último, la sitúa en U$S 460.068 millones.

El récord nominal fue alcanzado gracias al empuje que adquirió ese pasivo desde el inicio de la gestión de Luis Caputo al frente del Ministerio de Economía. En los nueve meses de este año el stock creció en U$S 89.404 millones. Así se ubicó en un nivel nunca alcanzado con anterioridad.

Según los datos oficiales, un 72% del monto corresponde a títulos públicos emitidos por el Tesoro; un 17% a acreedores externos oficiales; un 9% a Letras del Tesoro y el resto a adelantos del Banco Central y otros pasivos. En el total se incluyen U$S 2481 millones de deuda pendiente de reestructuración, ya que no fue incluida en los sucesivos canjes.

La bola de nieve creció en los últimos meses a partir de dos medidas clave tomadas por el equipo económico. Una fue la decisión de retrasar el dólar para utilizarlo como ancla inflacionaria. Eso hizo que, al convertir los compromisos en moneda estadounidense al tipo de cambio oficial, como recomiendan las prácticas contables internacionales, los títulos en pesos (que se actualizan con tasas superiores a la pauta de devaluación del 2% mensual) sean cada vez más caros en dólares.

Esa diferencia de valuación explicó desde diciembre una suba de U$S 73.510 millones, más del 80% del crecimiento de la deuda a lo largo de 2024. Y también significó que los compromisos en pesos tengan mayor ponderación, ya que equivalen al 44% del stock, frente a una serie de vencimientos en moneda extranjera relativamente estable (U$S 255.433 millones). El fenómeno es inverso al que se produjo con la megadevaluación de diciembre, cuando todos los títulos en moneda local se licuaron en casi U$S 55.000 millones.

La otra resolución que influyó en semejante crecimiento de las obligaciones fue impulsada directamente por el presidente Javier Milei e instrumentada por el tándem Luis Caputo-Santiago Bausili, ministro de Economía y presidente del Banco Central respectivamente. Consistió en que los pasivos del BCRA que devengaban intereses fueran absorbidos por el Tesoro a través de las Letras Fiscales de Liquidez (Lefi). La mágica solución llevó la deuda de una ventanilla a la otra: el balance del BCRA mejoró tanto como empeoró la deuda del Tesoro.

Pase de magia

“Como por arte de magia, desapareció el déficit cuasifiscal y Milei instantáneamente redujo el déficit del Estado en varios puntos del PBI. Eso es simplemente una chantada”, acusó el economista Carlos Rodríguez, quien suele contarle las costillas al presidente desde que fue desvinculado de su círculo de asesores.

Al final del día, las cuentas quedaron casi iguales. Según los números que publicó el analista financiero Christian Buteler, si bien los pasivos del Banco Central se redujeron en poco más de U$S 21.500 millones, la deuda consolidada (Tesoro + BCRA) supera los U$S 470.000 millones. En esa cifra no están incluidos los U$S 10.000 millones del Bopreal, el título con que Bausili pagó a los importadores la deuda comercial generada en la agonía del gobierno de Alberto Fernández.

En un confuso posteo en la red X, el secretario de Finanzas, Pablo Quirno, intentó desmentir esos números, sumando otros pasivos de la gestión anterior y descontando pesos que el gobierno depositó en su cuenta del Banco Central. Sus afirmaciones, en vez de aclarar las cuentas, las oscurecieron.

Casi tan importante como determinar el monto total de lo adeudado es saber cuáles son los compromisos más urgentes. Según la Oficina de Presupuesto del Congreso, entre noviembre y diciembre vencen algo más de $ 15 billones (refinanciables) y U$S 1600 millones, entre ellos pagos al FMI. Lo más duro viene en enero: el día 9 vencen U$S 4400 millones de los bonos soberanos, de los cuales el gobierno dice tener reservados U$S 1500 millones para los intereses. Cómo se pagará el capital, teniendo en cuenta que en el Banco Central escasean los dólares y sus reservas netas son negativas, por ahora es una incógnita. «

Gobierno y FMI: dos en la misma encrucijada

El ministro de Economía, Luis Caputo, participará esta semana de la asamblea conjunta del FMI y el Banco Mundial, que se realizará en Washington. Se descuenta que allí se entrevistará con Kristalina Georgieva, directora del Fondo, y con su adjunta, Gita Gopinath.
Por ahora, la relación entre las partes está en un limbo. El acuerdo que las une entra en su recta final (sólo falta una revisión del organismo por los dos últimos trimestres y un desembolso de U$S 1100 millones) y por ahora no hay una posición definida sobre qué sucederá después de fin de año.
El gobierno necesita dinero fresco para reforzar las reservas del Banco Central, pero no quiere poner en marcha una devaluación como exige el staff del organismo. Este último tiene muchas dudas de que con el actual atraso cambiario Argentina pueda acumular divisas para pagar su préstamo, a partir de comienzos de 2026.
A ello se suma la inminencia de las elecciones en Estados Unidos. Sabido es que la opinión de la Casa Blanca es clave en las decisiones que toma el directorio de la entidad. El gobierno apuesta todas sus fichas a un triunfo de Donald Trump y a que la cercanía ideológica con Javier Milei doblegue cualquier resistencia. Así las cosas, el juego de ajedrez no tiene un desenlace previsible.
Por de pronto, el gobierno se benefició de la rebaja en las sobretasas que cobra el Fondo a los países con créditos más abultados. Según el secretario de Finanzas, Pablo Quirno, el país se ahorrará U$S 3200 millones en los próximos años.