Los procesos productivos agroindustriales tienen en su expresión regional una marcada heterogeneidad a su interior. En mi dilatada actividad como investigador del CONICET siempre insistí en la necesidad de analizar de modo especifico lo peculiar que es la estructura productiva del interior del país que se ocupa de bienes cultivados o animales criados en pequeños predios con destino preferente al consumo interno y que se diferencia de la otra cara del agro argentino que asocia capital financiero con propietarios ausentes.
En el espacio de la agricultura familiar, con los productores viviendo con sus familias, se generan alimentos por más del 50 % de lo que se consume diariamente en las familias urbanas. Los problemas estructurales que los afectan son de larga data y los hemos analizado en un reciente documento tomando como casos de estudio a la lechería, la fruta de pepita (pera y manzana) y la vitivinicultura.
Del análisis se advierte que la fuerte devaluación inicial que implantó el gobierno y la caída o reducción de las retenciones al maíz y soja elevaron, junto a los insumos energéticos, los costos de producción agrícolas y de manutención de las crías lecheras provocando graves pérdidas de rentabilidad. La baja de las ventas por mercados externos deprimidos (Brasil y Rusia ) y consumo interno en descenso por la recesión y la contracción del poder adquisitivo popular fueron el signo dominante del año 2016
Qué hizo el actual gobierno? Sólo ofreció a productores pequeños proveedores de uva y leche ( los más afectados) subsidios en moneda insuficientes para cubrir las pérdidas dejando de lado toda política de apoyo y transformación necesaria-que ya estaban en marcha- para afrontar el desfavorable escenario. Se disponía de instituciones heredadas del gobierno anterior (Secretaria de Agricultura Familiar) y legislación apropiada (Ley de Apoyo a dicha agricultura) pero nada se hizo. Sólo compensación pecuniaria parcial, como lo demuestra el estudio citado.
¿Por qué? Porque para la visión doctrinaria del gobierno en este área los desajustes eran transitorios y el Estado no debía intervenir en el mercado, que seguramente se equilibraría solo para salvar la crisis temporal. Esta no sólo no ha desaparecido sino que se ha agravado este año. Ni la demanda externa ha subido ni el consumo nacional se ha entonado. Los problemas estructurales (tierra, comercialización inequitativa, bajo poder negociador de los pequeños agricultores, etc.) persisten y el nuevo año ha repetido las protestas de los productores. Sólo un cambio drástico en el enfoque oficial que use el instrumental que tiene para llevar adelante soluciones de fondo permitirá evitar el quebranto generalizado y la emigración, por abandono, de los agricultores familiares.