El vértigo de los acontecimientos obligó al gobierno a decidirse por un rumbo que estaba hasta entonces debatido al interior del Frente de Todos. Por eso salió a blindar políticamente la necesidad de llegar a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional después de varios meses de mantener el tema en el freezer. Lo hizo con intervenciones del presidente Alberto Fernández, primero en un almuerzo en la Casa Rosada con un selecto grupo de empresarios, y luego en el Coloquio de IDEA, ante la atenta mirada de todo el establishment. Y también con el viaje a Nueva York del jefe de Gabinete, Juan Manzur, para hablar con inversionistas y hombres de negocios.
El énfasis proacuerdista fue también una manera de balancear la falta de buenas noticias que llegaran desde Washington, donde se realizaron las reuniones conjuntas del Banco Mundial y el FMI. Aunque Martín Guzmán tuvo su foto y su diálogo con la directora de la entidad, Kristalina Georgieva, y también su encuentro de trabajo con el staff técnico para pulir los detalles de un posible nuevo programa, lo cierto es que no hubo muchas novedades sobre la eliminación de las sobretasas de interés, un punto que el gobierno se autoimpuso como requisito indispensable para firmar un nuevo convenio.
La quita de esas tasas adicionales a los países con mayores líneas de crédito vigentes (que para Argentina supondría un ahorro de unos U$S 900 millones anuales en intereses) recibió en estos días el apoyo de los ministros de Finanzas y presidentes de Bancos Centrales del G-20, como también del Comité Monetario y Financiero Internacional. Este último órgano brinda asesoramiento a la Junta de Gobernadores del FMI, que debe votar una eventual decisión en ese sentido. Pero ambas declaraciones, si bien contribuyen a formar un consenso, no tienen por ahora poder resolutivo.
En realidad, las prioridades del Fondo para estas reuniones no pasaban por Argentina ni por la economía internacional sino por una situación interna: los cuestionamientos hacia Georgieva, quien afrontaba denuncias por una presunta adulteración de datos para mejorar la situación de China, en sus épocas de directora del Banco Mundial. Finalmente fue confirmada en su cargo aunque salió con bastantes magullones: el directorio la ratificó no porque haya quedado en claro que es inocente, sino porque no se pudo demostrar «de manera concluyente» su participación en la maniobra.
El episodio fue visto como una victoria del «ala dura» vinculada al gobierno estadounidense, que tiene como número 2 de la entidad al republicano Geoffrey Okamoto. Como auditor oficioso funge David Lipton, que ya estuvo en ese lugar hasta el año pasado (fue en los hechos el principal impulsor del stand by por U$S 57 mil millones pergeñado para sostener al macrismo) y que ahora es jefe de asesores de la secretaria del Tesoro, Janet Yellen. El martes, Guzmán tuvo una fugaz entrevista con Lipton de la que casi no hubo información oficial: apenas ocupó tres líneas en la gacetilla de prensa del Ministerio de Economía.
Ante la evidencia de que por esa vía no se iban a registrar progresos, desde la Casa Rosada salieron a meter fichas para apurar la negociación. En IDEA, Fernández dijo que «nuestra decisión de encontrar un rápido acuerdo con el FMI es absoluta». Por su parte, Manzur viajó directamente a Nueva York, donde junto con Guzmán enfrentó a representantes de bancos y fondos de inversión, algunos de los cuales ya se desprendieron de gran parte de sus activos argentinos y otros pugnan por hacerlo a pesar del cepo cambiario (y agregan presión sobre los dólares alternativos). «Fue un encuentro extremadamente productivo. Hemos expresado la voluntad y la decisión política del gobierno de acordar con el FMI, obviamente en términos que no impliquen obstruir el desarrollo de la Argentina», dijo el jefe de Gabinete, quien fue la voz cantante de la representación argentina y delegó en Guzmán los temas técnicos.
Mientras tanto, el staff del organismo mantiene bajo la lupa el recrudecimiento de la inflación, la alta brecha cambiaria y la elevada emisión monetaria para financiar el déficit. Por eso el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, estuvo en las reuniones con Julie Kozack y Luis Cubeddu, los negociadores del Fondo. La intensidad de sus cuestionamientos también está vinculada al resurgimiento del ala dura interna de Okamoto, Lipton y compañía. «
El Fondo alienta cambios laborales
«La recuperación mundial continúa, pero ha perdido ímpetu y la incertidumbre ha aumentado», destacó esta semana el FMI en su informe sobre las perspectivas de la economía mundial (World Economic Outlook). Si bien entiende que a nivel global la actividad repuntará 5,9% este año y 4,9% en 2022, el documento alerta sobre las divergencias esperables en ese sendero.
En ese sentido, el Fondo caracteriza que hay «margen de maniobra fiscal cada vez más limitado» por lo que al gasto sanitario obligatorio se deben sumar las líneas de salvataje y las transferencias, «cada vez más focalizadas y verse reforzadas con medidas de reorientación laboral y apoyo para la reasignación de la mano de obra». El diagnóstico alienta las perspectivas sobre un proceso global de reformas a la legislación sobre el trabajo.