El escándalo López, de madrugada, en el Monasterio de Planificación, es un eslabón de una cadena muy larga de casos en los que, más allá de la náusea, necesitamos profundizar para no quedarnos en el puro y estéril gesto de la indignación moral.
Han habido intentos de contar la historia argentina desde el «siempre fuimos corruptos». Es el caso del libro de Jorge Lanata ADN, en el que básicamente sostiene ese lugar común. Una afirmación cómoda, sin muchos ánimos de profundizar en el tema: si siempre fuimos corruptos, ¿no tenemos remedio?¿Nadie se hace cargo?
Más interesante puede ser rastrear en la historia los mecanismos que han usado las elites dominantes para concentrar riqueza y poder, y cómo siempre han conseguido algún López dispuesto, primero a permitirlo, y luego a ser utilizado políticamente.
Hechos de corrupción y escándalos podemos encontrar ya en los tiempos en que las extensas tierras de la Corona pasan al gobierno patrio y se convierten en terrenos fiscales. Literalmente, millones de hectáreas pasaron a manos de un pequeño grupo de propietarios. Qué Justo José de Urquiza haya obtenido un millón de hectáreas, ¿tuvo algo que ver con su loco alejamiento de la batalla de Pavón en 1862 que le permitió a Mitre hacerse con el poder nacional? ¿En manos de quién quedaron las infinitas extensiones de tierra que les arrancó Roca a los pueblos que las habitaban? En esa misma movida, los Martínez de Hoz se hicieron con más de 2 millones de hectáreas. Así nació la oligarquía argentina.
La corrupción fue uno de los caballitos de batalla de Hipólito Yrigoyen para llegar al poder, y también el argumento más usado por los golpistas que lo derribaron en 1930.
En 1935 el senador Lisandro de la Torre realizó una investigación que se hizo pública,acusó al frigorífico Anglo de evasión impositiva, y señaló la existencia de un entramado de corrupción que involucraba al gobierno del presidente Agustín P. Justo, y en particular, al ministro de Hacienda, Federico Pinedo y al ministro de Agricultura, Luis Duhau. Este, en plena sesión, amenazó: «¡Ya pagará bien caro todas las afirmaciones que ha hecho!»
Dos días después, el 23 de julio de ese año, Duhau agredió físicamente a De la Torre, arrojándolo al piso, y escapando del recinto inmediatamente después. En medio del tumulto provocado, Ramón Valdez Cora realizó una serie de disparos en dirección a De la Torre, que impactaron de lleno en el cuerpo de su discípulo y senador electo Enzo Bordabehere, provocándole la muerte.
Los golpistas de 1955 usaron el latiguillo de la corrupción como el arma de legitimación para arrasar con las conquistas sociales del peronismo.
Arturo Frondizi escribió en 1964 el libro Estrategia y táctica del movimiento nacional, en donde, en un largo apartado hace una historia de la corrupción, y de cómo fue usada para desalojarlo del poder. Pero va más allá, relata ejemplos históricos que sistemáticamente debilitaron a los políticos y fortalecieron a las corporaciones.
Isabel Perón fue apresada, acusada de haber hecho una estafa millonaria con un plan oficial: «La cruzada de la solidaridad.»
La dictadura se presentó entonces como una ola de moralidad, mientras perpetraba crímenes de lesa humanidad, no se privó de quedarse con vueltos, con empresas enteras y negociados internacionales mayúsculos. Pero aún cuesta que se vea que, detrás de todo aquello, hubo grupos privados sumamente beneficiados.
Si bien el tema recorre toda nuestra historia, es sin duda a partir del menemismo que se convierte en parte estructural del capitalismo. Después de que el sindicalista gastronómico Luis Barrionuevo dijera su famosa frase «tenemos que parar de robar por dos años»da para un seminario esa frase, se sucedieron una lista de escándalos como: yomagate, swiftgate, privatizaciones, venta de armas a Ecuador y Croacia, Río III, pasaporte trucho a Al-Kassar, Corte Suprema, guardapolvos de Bauzá, menemtruchos, leche de Vicco, diputrucho, IBM-Banco Nación, servilleta de Corach, y algunos apellidos ilustres y paradigmáticos como: Carlos Grosso, Yabrán, María Julia Alsograray y Matilde Menéndez, cuentas en Suiza de Menem; y esto es sólo un listado al azar.
Llegó De la Rúa y vino la Banelco y Pontaquarto, la plata de la Side, las negociaciones con los bancos extranjeros. El kirchnerismo vio pasar entre otros a Capaccioli, Jaime, Shocklender, Fariña, Báez y ahora López.
En este juego hemos visto, no sólo a políticos, sino también a jueces, empresarios, periodistas, policías, sindicalistas, dirigentes de fútbol.
Se corre el riesgo de pensar que todo es un Cambalache, «todo es igual, nada es mejor» y no ver que tirando del hilo de la corrupción hay algo más que inmorales, hay un sistema que, para funcionar, debe hacerlo fuera de la ley.
No se puede defender la corrupción, y tampoco olvidar que detrás de cada corrupto hay un corruptor. <