La salida de Guillermo Nielsen de YPF es un secreto a voces. Nadie lo confirma, pero todos lo afirman. El economista, que preside la empresa petrolera con mayoría estatal, dejaría su cargo a la brevedad, aunque su relevo debe ser aprobado formalmente por el directorio.
En su lugar asumiría el santacruceño Pablo González, quien ocupó varios cargos en el Poder Ejecutivo de esa provincia (fue vicegobernador en el período 2015-2019) y en el Partido Justicialista. En la actualidad es diputado nacional. Se lo ubica como muy cercano a Máximo Kirchner, jefe de la bancada del Frente de Todos. Su designación todavía no fue rubricada, pero en Wikipedia, ese diccionario digital que marca rumbos en la hiperconectada sociedad actual, González ya figura como presidente de YPF.
El cambio permitiría una unificación de criterios en la política energética del gobierno, ya que dejaría todos los resortes de conducción del área en manos del kirchnerismo duro. Desde el principio de la gestión de Alberto Fernández, esa ala interna de la coalición gobernante había tomado la conducción del Enre y el Enargas, los entes que supervisan los servicios de distribución de electricidad y gas. Al poco tiempo se hizo cargo de la Secretaría de Energía, en la que asumió el neuquino Darío Martínez. Ahora es el turno de YPF, lo que facilitará la alineación de las tarifas de todo el sector.
En los poco más de 13 meses que estuvo a cargo de la empresa, la labor de Nielsen (ex secretario de Finanzas de la Nación, cuyo nombre varias veces sonó fuerte para hacerse cargo del Ministerio de Economía) se centró en el saneamiento económico de la empresa. Encaró la reestructuración de su cuantiosa deuda, siguiendo los lineamientos del Banco Central, que retaceó los dólares a las compañías argentinas que debían pagar obligaciones en el exterior y les recomendó que consiguieran las divisas por su cuenta.
En una primera etapa, YPF logró canjear bonos por U$S 600 millones y ahora encara un segundo tramo más difícil, por algo más de U$S 6.000 millones. Además, en una muestra de austeridad, hace algunas semanas sacó a la venta su torre corporativa en Puerto Madero, tasada en U$S 400 millones. Sin embargo, los resultados operativos de la empresa le jugaron una mala pasada. Entre enero y septiembre, pandemia y caída de ventas mediante, tuvo pérdidas por U$S 1.637 millones, según el balance presentado a sus inversores.
De todas maneras, el protagonismo de Nielsen se había licuado desde que Sergio Affronti asumió como CEO de la compañía, en abril de 2020. Desde ese momento, las principales resoluciones operativas y el manejo del día a día pasaron por las manos de este ejecutivo mendocino que hizo hincapié en la innovación, la reducción de costos y la agilidad en la toma de decisiones como ejes de su gestión.
Se presume que González priorizaría la descentralización operativa de la empresa y que avalaría la creación de estructuras con un mayor grado de autonomía en las regiones donde se ubican las áreas de explotación, como Santa Cruz y Neuquén. Ese modelo de negocios más horizontal, centrado en el terreno en vez de en las oficinas, es el sello que se le reconoce a Miguel Galluccio, ex CEO de YPF en el último mandato de Cristina Kirchner.
El cambio de rumbo de la empresa se produce justo cuando las condiciones del mercado vuelven a hacer viable la explotación del Vaca Muerta. El derrumbe de los precios del petróleo al inicio de la pandemia había tornado inviable el yacimiento. Ahora, con los valores ya normalizados (el barril del tipo Brent volvió a cotizar en el orden de los 55 dólares), el proyecto toma vuelo otra vez. Además, YPF ingresó al Plan Gas, el programa de la Secretaría de Energía que garantiza compras de fluido a largo plazo a precios ventajosos, lo que sería otra inyección de ganancias para la compañía.