Tal como anticipó este diario al inicio de las conversaciones, la 11ª Conferencia Ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC) culminó sin un solo punto de acuerdo. En su discurso de cierre, el titular del organismo, el brasileño Roberto Azevedo, dijo que los resultados eran «decepcionantes. Ni siquiera pudimos acordar programas más detallados en muchas áreas. Y sé que para muchos, especialmente los proponentes, la desilusión es particularmente amarga».
La OMC se enfrentó en la semana que pasó a un momento crucial de su corta existencia. La búsqueda de la liberalización del comercio se topa con límites infranqueables, especialmente los que levantan las grandes potencias comerciales a partir de la constatación de que el ingreso de China al mercado mundial ha cambiado radicalmente las reglas de juego que existían hasta fines de los años ’80 del siglo pasado.
La excanciller argentina Susana Malcorra, presidenta de la Conferencia, se conformó con que «nadie sacó los pies del plato», una definición que pone de relieve que, de un lado, existía la posibilidad de que ello sucediese, y del otro, que al no resolverse las diferencias que trabaron la Conferencia porteña, el problema seguirá dentro de la OMC.
La ciudad suiza de Ginebra recibirá estas contradicciones y durante dos años tratará de resolverlas. Pero, mientras tanto, decisiones nacionales que toma cada país fortalecen las fracturas. Es el caso de la eliminación de la neutralidad de Internet en Estados Unidos, lo que permitirá a las empresas proveedoras de Internet de Estados Unidos establecer barreras económicas para evitar el acceso de nuevos competidores y,al mismo tiempo, fortalecer su control sobre todas las facetas del comercio electrónico dentro y fuera de su territorio.
La OMC enfrenta una pérdida cada vez mayor de efectividad. EE UU también ha decidido ignorar los tribunales comerciales para dirimir diferencias. Sin esa herramienta, la OMC se transforma en una asociación sin poder de fuego para imponer las decisiones de consenso, con lo que ese diálogo pierde fuerza y la espiral descendente puede acentuarse. En ese escenario, la 12 Conferencia de ministros aparece como muy lejana.