El reciente blanqueo de capitales expuso crudamente la realidad que los argentinos ahorran fuera de Argentina. Simple, sólo con lo blanqueado hay más depósitos de residentes en el exterior que en todo el sistema financiero local.
Desde la frase «¿quién ha visto un dólar?» que el presidente Perón desafió en su primera presidencia, los residentes fueron destinando al exterior buena parte de sus ahorros a medida que las crisis económicas se tornaban crónicas.
No es para menos, el estructural déficit fiscal terminó en eventos donde el ahorrista perdió parte de su capital, para financiar compulsivamente a un Estado quebrado.
Todas las crisis económicas desde el Gelbardazo (para muchos Rodrigazo) al CEPO, el ahorrista vio licuar sus ahorros mediante estafas que perpetró el propio Estado. Fue el Estado quien vía inflación licuó los ahorros, el que impuso tasas de interés negativas,el que incautó los depósitos, el que impuso el corralito, el que defaulteó los bonos, el que pesificó ahorros, el que expropió los aportes a las AFJP, el que manipuló el CER y quién impuso el CEPO.
Todas estas crisis que afectaron al ahorrista llevaron a que los argentinos ahorren en el exterior, generando un sistema financiero local reducido a lo transaccional ante el bajo nivel de depósitos que maneja. Más aún, parte de los depósitos se lo presta al propio Estado, dejando todavía menos margen para el financiamiento de proyectos privados.
Según estimaciones oficiales que surgen de cuentas nacionales, el sector privado en 1991 ya disponía de USD 50 mil millones en el exterior. Una década más tarde ese monto se había duplicado a poco más de USD 100 mil millones en 2001, a una fuga promedio de USD 5.100 millones por año.
La última década la fuga de capitales se intensificó a USD 9.400 millones por año, para alcanzar en 2015 un stock de activos externos de USD 232 mil millones, equivalente a un stock de 42% del PBI. El cepo no frenó la fuga, por algo el BCRA se quedó sin reservas.
Para que vuelva el ahorro que argentinos tienen en el exterior, hay que revertir la condición que lo ahuyentó. Esto es, la voracidad fiscal de un Estado estructuralmente grande y deficitario, que en las crisis utilizó al ahorro privado como última vía de financiamiento. La historia mostró que cuando ya no alcanzaron los impuestos, ni la toma de deuda, ni la venta de empresas, ni las reservas del BCRA, el Estado encuentra la manera para llegar al ahorro privado.