Se sabe que el 51% de las acciones de YPF son de propiedad del Estado argentino. Lo que no se sabe tanto es que el 44,1% están en manos de inversores globales, según los datos del New York Stock Exchange (NYSE). El 4,8% restante está en manos de inversores argentinos.
Tal vez fue esta la razón por la que la plana mayor de la principal empresa de la Argentina presentó en Wall Street su plan quinquenal 2019-2023.
Una parte de toda la estrategia se basa en vender al máximo precio posible los combustibles que comercializa en el mercado interno. De hecho, el motor de las ganancias de YPF ha sido el creciente pago que los consumidores finales hacen por las compras de combustible y gas.
En Wall Street, las autoridades de la empresa aseguraron que la petrolera aún no había trasladado al precio de los combustibles la totalidad de la suba del dólar y que, por ello, cabía esperar nuevas alzas hasta fin de año de entre el 10 y el 15% según el producto.
Menos de una semana después, las petroleras que compiten con YPF aumentaron los precios de sus combustibles en un 7% en promedio. La petrolera estatal aún no lo hizo, pero se descuenta que en pocos días más eleve sus valores. En lo que va del año, los precios de los derivados del petróleo ya subieron un 65 por ciento.
Esta política de subas de precios que duplican el incremento de la inflación impacta de lleno en el consumo. Al igual que en el resto de los productos, la suba de los precios por encima del salario deriva en una fuerte retracción del consumo, con consecuencias negativas en las empresas y los trabajadores (ver página 6).
En el caso de los combustibles comienzan a sonar las alarmas: según estimaciones de la Secretaría de Energía, el consumo público de naftas y gasoil cayó un 6,5% en septiembre respecto del mismo mes de 2017. Según el portal Surtidores, no había antecedentes de una situación así desde marzo de 2017.
En el caso de la nafta premium, el derrumbe fue preocupante, ya que alcanzó al 27,5 por ciento.
Las variantes de gasoil perdieron entre el 7 y el 8 por ciento en la comparación interanual.
El dato que completa la radiografía es que la venta de nafta súper creció un 5 por ciento. Tal como hace con los demás productos de consumo masivo, el consumidor modifica sus hábitos y busca reemplazar las primeras marcas por otras menos reconocidas. Luego, deja de consumir productos de primera calidad y pasa a buscar productos de inferiores condiciones. Este es el proceso que se observa en el mercado de combustibles.
A pesar de estos datos incontrastables, las petroleras no van a dejar de subir sus precios. En la base de ese comportamiento se encuentra la liberación total del mercado de combustibles y petróleo. Ello implica que cualquier petrolera puede elegir vender en el mercado local o exportar su producción, según el precio que obtenga. Pero hay una diferencia: mientras que en el mercado mundial las petroleras que operan en suelo argentino compiten con el resto de las firmas del sector, muchas de ellas gigantescas, en el mercado local conforman un oligopolio, con YPF a la cabeza, sobre el cual existen sobradas sospechas de precios coaligados. Si no, cómo se explica que todas suben sus valores prácticamente al mismo tiempo y en porcentajes semejantes.
La ecuación dólar-crudo seguirá marcando el ritmo de las subas en el precio de los combustibles, con el consiguiente golpe a los bolsillos de los consumidores. Del otro lado de la línea, los accionistas de las petroleras, sean locales o afincados en Wall Street, seguirán recibiendo las ganancias de una política insostenible. «