La falta de volumen institucional del Mercosur quedó en evidencia en la última reunión de presidentes de los países que componen el bloque comercial, llevada a cabo en Rio Grande do Sul el jueves de la semana pasada.
Apenas cuatro días antes, el gobierno de Estados Unidos había resuelto imponer tarifas muy elevadas a las ventas argentinas y brasileñas de acero y aluminio. El golpe a los dos países más importantes del bloque fue contundente.
Sin embargo, los presidentes Jair Bolsonaro, de Brasil, y Mauricio Macri, de Argentina, se cuidaron mucho de mostrar en público alguna reacción. El tema, de hecho, no fue mencionado oficialmente en la cumbre.
Esta debilidad del Mercosur para plantear una defensa pública de sus intereses fue señalada como una de las causas de la decisión de Donald Trump.
Platos rotos
El gobierno de Trump ha tratado de impedir que la ola de acero barato inunde EE UU. Así, impuso tarifas especiales a la importación de productos específicos de China y Corea.
Los aranceles no solucionan el problema de fondo. El exceso de capacidad de producción de acero goza de buena salud y, de hecho, forma parte de la guerra comercial entre EE UU y China.
Alrededor del 18% de las importaciones estadounidenses de acero provienen de Brasil, que es el segundo mayor exportador de este producto sólo detrás de Canadá. Ese lugar lo logró tras las sucesivas alzas de tarifas a los productos chinos. La Argentina, en cambio, ocupa un lugar marginal en este mercado.
La calificadora de riesgo Moody’s consideró que los beneficios de esta suba de los aranceles serán cosechados por las acerías estadounidenses, las que podrán «apropiarse» de la porción de mercado del acero brasileño.
No habría un beneficio por precio, especuló Moody’s, ya que seguirá la sobreproducción –en buena medida provocada por una demanda amesetada– y eso deprime los precios.
Así, Brasil paga los platos rotos de la crisis industrial de EE UU, raíz de la guerra comercial. Primero, EE UU desplazó las compras chinas de acero; luego, desplazó a los competidores de China que la reemplazaron. Ahora esa porción de mercado quedará en manos de las empresas de EE UU.
Eslabón débil
Uno de los tantos problemas económicos que heredará el gobierno de Alberto Fernández de manos del de Mauricio Macri es la actitud argentina ante la guerra comercial global en marcha.
Las desavenencias y los acuerdos entre EE UU y China terminarán impactando en los demás países, y a medida que estos estén más lejos del centro más perjudicados podrían salir. América Latina es, desde hace años, un terreno de disputa entre ambos países.
En el caso del acero, por ejemplo, Moody’s no descarta que un futuro acuerdo entre ambos países derive en un regreso de la presencia del acero chino en el mercado estadounidenses en reemplazo del brasileño, que lo había reemplazado desde 2017.
La incapacidad del Mercosur para dar una respuesta a estos golpes acelerará las fuerzas centrífugas que anidan en todos los países que lo componen. Un mes atrás, el viceministro de Economía de Uruguay, Pablo Ferreri, le dijo a Tiempo que Uruguay busca una flexibilización del Mercosur a fin de que cada país miembro pueda establecer acuerdos comerciales en forma independiente del resto del bloque. Esta posición es compartida por el nuevo gobierno que encabezará Luis Lacalle Pou desde marzo de 2020. Bolsonaro quiere recorrer el mismo camino y ya insinuó que podría firmar un acuerdo de libre comercio con China, aunque también lo haría con EE UU.
De entre los bloques comerciales del mundo, el Mercosur es uno de los débiles, especialmente desde el punto de vista institucional. Bolsonaro y Macri creyeron que la firma del acuerdo con la Unión Europea le daría sangre nueva al acuerdo comercial de América del Sur, pero esa transfusión no sucederá, al menos mientras se mantenga el bloqueo en varios países de la Unión Europea.
Así las cosas, el gobierno del Frente de Todos podría encontrarse con un escenario comercial conflictivo, que podría alterar sus planes de conseguir dólares por mayores exportaciones. «
La meta es ahora la Alianza del Pacífico
La reunión de los presidentes del Mercosur del jueves pasado incluyó un capítulo llamativo. El documento final hizo un llamado para «continuar el acercamiento» con la Alianza del Pacífico y avanzar en un «compromiso» entre ambos bloques regionales.
La Alianza del Pacífico es un bloque comercial y político integrado por México, Colombia, Perú y Chile. Se ha caracterizado por impulsar los acuerdos de libre comercio, tanto entre los países miembro como entre ellos, en forma individual, y otros de fuera del bloque.
A diferencia del Mercosur, la Alianza no actúa como una unión aduanera, lo que hace que cada país tenga independencia para fijar por su cuenta los aranceles y los acuerdos comerciales bilaterales. Sí es un requisito para integrarse al bloque la apertura comercial entre sus integrantes. Según la página web de la Alianza, en la actualidad el 98% del comercio entre los cuatro países que la integran está exento de todo tipo de arancel.
Los gobiernos de los países que integran el Mercosur se debaten desde hace años entre reducir sus aranceles o sostenerlos. De hecho, el preacuerdo de reducir a la mitad el Arancel Externo Común del Mercosur quedó en eso y más allá de algún comentario de Jair Bolsonaro, el presidente de Brasil, no hubo avances en ese sentido.
Un acercamiento a la Alianza implicará acelerar la reducción de aranceles al menos para los países de ese bloque. Pero Brasil y México compiten en América Latina. «