Esta primera semana corta del año, luego de los feriados de Carnaval, le trajo malos recuerdos al presidente Mauricio Macri. Hace casi un año, después del 1°de Mayo de 2018, el líder del PRO comenzó a transitar el tramo más duro de su mandato, con una corrida cambiaria que lo obligó, poco después, a pedir auxilio al FMI y pactar el endeudamiento más alto de la historia. Esta vez el dólar conquistó un nuevo techo histórico, de 43,50 pesos, pero el jefe de Estado envió al ministro de Producción y Trabajo, Dante Sica, a poner la cara y decir que la nueva escalada no les preocupa. Ese libreto tiene una línea argumental diseñada en la Casa Rosada, donde los funcionarios más cercanos al jefe de Gabinete, Marcos Peña, se preparan para afrontar el año electoral con datos económicos más sombríos de los esperados.
Luego de la suba de un 3,5% en la paridad del dólar frente al peso en tres días, el gobierno se dispone a relativizar la adversidad económica que padece, aunque los contornos de esos saldos negativos ya comenzaron a erosionar el frente electoral.
A diferencia de la incertidumbre que marcó al tercer año de Cambiemos en el poder, en el gobierno ahora pronostican «una devaluación controlada» del 2% mensual. «No registramos alteraciones en el tipo de cambio que nos generen preocupación, el Banco Central planteó una banda de flotación que tiene un techo de 49,50. El problema es que lleguemos en forma abrupta a esa paridad. Buscaremos que eso no suceda, pero la tendencia está planteada y por eso no nos asusta», explicó a Tiempo un alto funcionario de la Casa Rosada.
El sinceramiento y defensa de la devaluación en marcha, en medio de un año electoral clave para el futuro de Cambiemos, cuenta con un capítulo dedicado al establishment, con el fin de cerrar filas hasta el desenlace de las elecciones nacionales de octubre donde, hasta ahora, Macri buscará su reelección.
«Los inversores que no pusieron la plata hasta ahora no la van a poner en los próximos meses. Por lo tanto tendrán que esperar hasta que ganemos y se disipen las dudas. Mientras tanto, nuestra política cambiaria ha sido planteada por el Banco Central y por eso decimos que no nos preocupa que suba el dólar», agregó la fuente para completar el blindaje discursivo que refleja el microclima que rodea al presidente.
El mensaje también tiene un costado electoral, especialmente destinado a los presuntos inversores que, desde Wall Street, aseguran que no moverán sus fichas hasta que se conozcan los resultados electorales de octubre y se disipe, o confirme, el temor que dicen tener sobre el regreso del peronismo al poder.
Los esfuerzos del gobierno están concentrados en profundizar una polarización cada vez más tirante con el kirchnerismo. Sin embargo, desde las mismas oficinas donde diseñan la campaña «corta» que encabezará Macri, ahora aseguran que la posible candidatura de la expresidenta «no es un cuco que eligen inventar». «Cristina tiene un peso específico, que no podemos subestimar. Ella tiene un 30% de núcleo duro y una clara posibilidad de crecer. Del otro lado estamos nosotros, con un porcentaje similar y en el medio están los indecisos, a los que apelaremos desde otros ejes, por fuera de la cuestión económica”, aseguró otro funcionario de acceso cotidiano al despacho de Macri.
La fuente reflejó el convencimiento que tiene el equipo de campaña que responde a Macri y que coordina Peña. Consideran que sigue vigente el escenario de tres tercios para estas elecciones, aunque el sumidero de la «hiperpolarización» que pronostican en la Casa Rosada omite una pieza determinante, vinculada al incremento de la inflación y a las expectativas negativas del electorado sobre el derrotero de la economía. Todas las encuestas que consume el gobierno y sus socios arrojan que esos dos ejes encabezan la lista de preocupaciones de los consultados y, especialmente, de la insondable franja de indecisos.
Los indicadores que recibe la cartera de Hacienda son igual de sombríos, pero sus funcionarios insisten en una «desaceleración de la inflación a partir de mayo». Cerca de Macri no desautorizan esos pronósticos, pero prefieren utilizar un casco discursivo que cumple dos funciones transitorias: resignarse ante una subida sostenida del dólar, de acuerdo a la hoja de ruta que controla el FMI, y reforzar una comunicación electoral que eludirá la economía y cargará las tintas en temas vinculados al «cambio cultural». Es una zona de confort para el gobierno, donde sus funcionarios están convencidos de obtener más dividendos para Cambiemos con temas vinculados a seguridad, transparencia, políticas migratorias, y el aprovechamiento proselitista de obras de pequeña y mediana escala en todo el país, pero especialmente en el Conurbano bonaerense. A ellas se sumará una escenografía de «alto impacto» cuando Macri corte las cintas de algunas obras emblemáticas, como el Paseo del Bajo en la CABA.
A pesar de la resignación oficial ante el posible incremento del dólar, en la jefatura de Gabinete repasan una serie de argumentos para transitar la crisis y la recesión que no convencen a otros altos funcionarios y, mucho menos, al radicalismo y la Coalición Cívica, los dos socios menores de Cambiemos.
La alianza oficialista afrontará en Neuquén, este domingo, la primera de 14 elecciones provinciales desdobladas, donde los candidatos de Cambiemos serán en su mayoría provenientes de la UCR y con altas chances de perder ante gobernadores peronistas que buscarán su reelección, como es el caso de Omar Gutiérrez, que disputará otros cuatro años en la cuna de Vaca Muerta bajo el signo del Movimiento Popular Neuquino que, por primera vez en décadas, afronta el riesgo de perder su permanencia en el poder. Esa erosión no es menor para el gobierno, porque Gutiérrez es un mandatario peronista tan aliado para la Casa Rosada como el cordobés Juan Schiaretti, que buscará revalidar sus títulos el 12 de mayo. El resultado de Neuquén cuenta con un componente adicional que suma preocupaciones para el oficialismo, por las expectativas que cosecha el candidato de Unidad Ciudadana, Ramón Rioseco, cuya performance refleja el primer intento en las urnas, netamente opositor, que buscará capitalizar el descontento ante la crisis económica que la Rosada analiza entre la resignación y la negación.
Este lunes, pocas horas después del desenlace neuquino, los socios de Cambiemos se reunirán para analizar la situación en el predio capitalino de Parque Norte, con una agenda desdoblada que aporta una muestra de las controversias que atraviesan al oficialismo.
A las 11 se reunirán los miembros de la Mesa de la coalición para analizar la crisis cordobesa, protagonizada entre dos radicales: el intendente de la capital provincial, Ramón Mestre y el titular del Interbloque de Diputados de Cambiemos, Mario Negri, que están al borde protagonizar un escándalo con acusaciones de fraude. La apuesta de la Rosada es «salir de ahí con un acuerdo que evite un desastre», aunque Mestre insiste en hacer una interna que Negri considera fraudulenta. «
La turbulencia revive los planes B para octubre
La nueva escalada del dólar, que es relativizada con vehemencia desde la Rosada, reanimó las especulaciones dentro de Cambiemos respecto a la «viabilidad» del operativo reelección del presidente Mauricio Macri. Tal como anticipó este diario a principios de año, ahora volvió a tomar vigor uno de los planes «B», que desata polémicas e internas dentro del PRO y la alianza. Tiene que ver con el futuro de la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, que es promovida por un sector del PRO para que sea la candidata a presidenta del oficialismo, en lugar de Macri por su reelección. «Es un disparate esa versión porque Vidal no se imagina en el poder sin Macri», espetó un escudero presidencial, con la misma firmeza con la que niega el escenario económico que desata controversias entre los principales protagonistas del macrismo. El otro Plan B que retumba en Balcarce 50 tiene que ver con el radicalismo, ante la posibilidad de que Macri tenga un compañero de fórmula radical, pero sin dirimir el liderazgo del PRO en las PASO de agosto.