Hay un golpe de mercado en Argentina que usa al dólar para conseguir sus objetivos.
La frase «golpe de mercado» fue acuñada en 1989 para explicar la caída del gobierno de Raúl Alfonsín. Desde ese momento a esta parte se sucedieron los golpes, no todos tuvieron los mismos objetivos y algunos fueron más exitosos que otros.
En estos días estamos en presencia de una fuerte presión sobre el mercado cambiario, que busca imponer una devaluación. El impulso lo llevan adelante prácticamente los mismos sectores que fugaron capitales durante el macrismo y que un informe oficial calculó en casi 90 mil millones de dólares. Exportadores, importadores, bancos y grandes empresas, cada uno por su lado, desarrolla su propia política cambiaria, buscando el mayor beneficio posible.
Los sectores económicos que presionan sobre el mercado cambiario no quieren saber nada con que se los ausculte. Consideran que en un país con la mitad de su población por debajo de la línea de pobreza, el escrutinio de su comportamiento es un ataque a la propiedad privada, dado que creen que la búsqueda del beneficio, en tanto legal, no incluye dar explicaciones de cómo se lo logra.
Pero estos antecedentes no han derivado en que el gobierno se plante. Al contrario, bajo la consigna de que «es con todos», una de las primeras respuestas a las presiones fue una amplia reducción de las retenciones en beneficio de los exportadores que presionan por la devaluación. Esta ruta ya fue recorrida por el gobierno nacional y el Banco Central: desde el pago de deuda en dólares mientras se negociaba el canje de los bonos hasta las indefiniciones con los grandes bonistas del exterior que quieren salir de la Argentina y abandonar el peso.
La deuda pública es uno de los ejes sobre el que se monta toda la operación cambiaria. Finalmente, el canje de bonos con los fondos del exterior dejó lugar para que el Estado sumara un nuevo endeudamiento en pesos destinado a financiar las políticas para paliar la pandemia. Lo notable es que esa masa de recursos volvió a terminar en pocas manos. Los economistas del establishment alertan por la enorme emisión y el endeudamiento en pesos del gobierno, pero no dicen nada acerca de dónde están esos billetes. El ejemplo de los créditos subsidiados para las pymes es aleccionador: los bancos derivaron esos fondos hacia la compra de los dólares financieros. Al Banco Central y a las autoridades nacionales les costó mucho torcer esta decisión de las entidades financieras.
El resultado de la pulseada por el valor del peso determinará el cuadro social futuro: la devaluación significará una mayor concentración de la riqueza y un mayor empobrecimiento de la población. Se trata de un resultado que hay que evitar sin importar las excusas que se pongan en el medio.