La disparada del dólar, tendencia que se viene repitiendo cada vez con mayor frecuencia, volvió a encender las alarmas de la Casa Rosada. Pero la línea discursiva que bajó desde el poder no apuntó a ninguna de las múltiples distorsiones que aquejan a la economía y le echó la culpa de la situación a las tensiones preelectorales.

El resumen de la semana indica que la divisa subió un 7,4% y cerró a $ 44,88 en el mercado mayorista, luego de haber tocado un máximo histórico de $ 45,63. En el promedio de venta al público en los bancos, el viernes terminó a $ 46,90, con un alza del 9,1%. También cayeron los bonos soberanos, por lo que el jueves el riesgo país llegó a superar los 1000 puntos.

Las consecuencias no afectan solamente al sector financiero. El alza del dólar se traslada, tarde o temprano, a los precios internos. De hecho, la devaluación está poniendo en jaque la implementación de la canasta de precios esenciales que el gobierno anunció hace apenas una semana (ver página 12).

A pesar de la gravedad de la situación, el gobierno no planea modificaciones de fondo en la economía. En la reunión de Gabinete del último viernes, el presidente Mauricio Macri insistió en que pese a las dificultades, este es el camino y no hay atajos posibles. «Mauricio fue claro: sabemos que vamos a tener momentos de alta volatilidad por la incertidumbre. Hay que tener templanza», contó el ministro de Transporte, Guillermo Dietrich, en un reportaje a CNN Radio.

En la visión oficial, el problema no es económico sino político: gran parte de los altibajos en los mercados se deben a las encuestas que anticipan chances concretas de que, si se presenta, Cristina Fernández de Kirchner se imponga en los comicios presidenciales. «Los inversores quieren que se confirme para dónde quieren ir los argentinos», apuntó el jefe de Gabinete, Marcos Peña, abonando esa teoría.

¿Y la economía?

La postura del gobierno en este tema parece tener más vínculos con la estrategia de polarizar la elección ante el kirchnerismo que con una mirada abarcadora de los problemas de la economía en su conjunto. Una cantidad de indicadores negativos se amontonan para dar cuenta de la parálisis de la actividad, los incrementos de precios, los problemas sociales que esto acarrea en términos de  desempleo y pobreza y la previsible dificultad para hacer frente a los fuertes compromisos en moneda extranjera que este misma gestión contrajo. Es la suma de todos estos problemas, en algunos casos autoinfligidos y en otros mal o nunca atendidos, los que abonan las dudas sobre el margen de maniobra de las autoridades.

Por caso, la devaluación del 120% en un año no sirvió para mejorar las exportaciones, que cayeron un 5% según el Indec. Si volvió el superávit no fue porque los productos argentinos estén invadiendo el mundo sino sólo porque las importaciones se derrumbaron 33 por ciento.

En cuanto a la actividad, el estudio OJF estimó que en el primer trimestre la caída interanual fue del 6,6%, con un pico del 10,4% para el sector industrial. Esa abulia provocó una caída del 9% en términos reales de la recaudación fiscal y un llamado de atención del Fondo Monetario ante el riesgo de que no se cumpla el déficit cero. La caída del empleo (ver página 14), la suba de la inflación y sobre todo de la canasta alimentaria (64% en un año) preanuncian que la recesión seguirá un buen tiempo, aunque algunos sectores quieran ver que tocó un piso en el primer trimestre.

Lo que está en duda es la capacidad de cubrir la abultada deuda pública. El gobierno cuenta con el préstamo del FMI para levantar los U$S 26 mil millones que vencen antes de fin de año. Pero en 2020 la suma a abonar es de U$S 33 mil millones, calculó el Instituto de Trabajo y Economía (ITE), y el Fondo aportará sólo la quinta parte. De la confianza que este gobierno inspire en los inversores para refinanciar la mayor parte de esas sumas dependerá la tranquilidad en el frente externo.

Con todas esas dificultades, la posición del macrismo es esperar al 22 de junio, fecha en que deben quedar definidas las precandidaturas presidenciales, y apostar a que el mercado se vuelque de su lado por temor a una victoria del kirchnerismo. La propuesta propia, sin embargo, es muy poco atractiva: aguantar los aumentos y ajustar el gasto. Con argumentos tan débiles, un horizonte a dos meses vista es un plazo demasiado largo. «

RETENCIONES

En las últimas horas crecieron los rumores sobre un posible incremento de los derechos de exportación. Se dejaría el monto fijo de 3 y 4 pesos por dólar, según el producto, para fijar un arancel de entre 10 y 12%. La medida, que no fue confirmada, respondería al reclamo del FMI para compensar la caída en los ingresos fiscales.