En línea con lo que se esperaba a priori, el presidente Mauricio Macri buscó proyectar la imagen de un gobierno con menores necesidades de financiamiento y su discurso fue, al mismo tiempo, un mensaje de avance en el camino del ajuste fiscal, cuyo destinatario exclusivo es el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Presentó una novedad por el lado de los ingresos, específicamente en relación con las retenciones a las exportaciones. La medida tiene un diseño particular que implica que cuando suba el tipo de cambio su peso en la recaudación se reducirá. Aunque el recurso es necesario, la implementación particular del gobierno va en sentido contrario a lo deseable porque desincentiva la exportación y promete una suba en el tipo de cambio.
Con respecto al programa financiero se muestran algunos detalles pero sigue siendo poco claro. Sigue habiendo supuestos discutibles como la refinanciación total de las Letes sin división entre pesos y dólares.
Pero la concepción sigue siendo la misma. La razón de mostrar ese compromiso respecto del ajuste fiscal no es una señal para los mercados sino para el FMI, con el objetivo de que el organismo internacional adelante los fondos que le permitan blindarse el año que viene. El gobierno intenta decir que no necesita al mercado para disipar el rumor de default de las últimas semanas pero no parece suficiente.
La concepción que hay detrás de los anuncios es que la solución es un mayor ajuste fiscal. Es un enfoque errado, va a haber una caída muy fuerte de la actividad y una suba muy fuerte de la inflación.
En resumen, la solución externa va a venir de la mano de una recesión profunda, una solución que agrava los problemas estructurales, una solución cuyo fracaso ya vimos en nuestra experiencia y en casos como el de Grecia, entre otros en el mundo.