La reforma laboral aprobada por el Congreso de Brasil constituye el mayor retroceso legislativo que han sufrido los trabajadores de la región en muchas décadas. Dejando de lado a las dictaduras militares que asolaron a nuestros países durante gran parte del siglo XX, es difícil encontrar antecedentes regresivos de la magnitud que actualmente experimentan los trabajadores de Brasil.
En un solo acto, los legisladores brasileros flexibilizaron las formas de contratación y la jornada, disminuyeron las indemnizaciones por despido, dinamitaron el sistema de negociación colectiva, debilitaron a las organizaciones sindicales y dificultaron el acceso a la justicia de los trabajadores.
Todas las aspiraciones patronales condensadas en una reforma laboral que, alegando una necesaria modernización legislativa, ha implicado un retroceso a formas propias de los inicios de la revolución industrial. La brutalidad sin mediaciones de la explotación del trabajo por parte del capital adquiere ahora una forma institucional en una legislación que, en teoría, debería proteger a la parte más débil del contrato. La situación de Brasil nos obliga a revisar décadas de desarrollo protectorio del Derecho del Trabajo.
En nuestro país las consecuencias han sido inmediatas y clarificadoras. Tanto los empresarios como el Gobierno Nacional han señalado que Brasil es el modelo a seguir. Ello señala un peligro y una ventaja para los trabajadores y las organizaciones sindicales en esta parte de la región. El peligro es claro, la amenaza es cada vez más real, ya no se trata solo de defender los puestos de trabajo y el salario, sino de prepararse para un embate sobre el conjunto de las conquistas que los trabajadores plasmaron en normas durante gran parte del siglo XX. La ventaja es que el velo ha sido descorrido. Hasta hace unas semanas, la reforma laboral en nuestro país no pasaba de ser un slogan sin mayores precisiones sobre su contenido. Hoy ya no quedan dudas. Brasil es el espejo que nos devuelve la imagen de un futuro posible. El desafío para los trabajadores y las organizaciones sindicales es construir la fuerza y estrategias que nos permitan resistir exitosamente esta ofensiva de los empleadores. No hay mucho tiempo para ello.