Una foto del presidente Mauricio Macri y todos los gobernadores sonriéndole a la cámara. Un comunicado por escrito ratificando el compromiso del gobierno federal y las provincias con las medidas económicas a implementar. Y sobre todo, un proyecto de Presupuesto en el que todas las fuerzas políticas respalden la reducción del déficit y las pautas para conseguirlo. Eso es lo que espera el Fondo Monetario Internacional antes de renegociar el préstamo stand by.
Los tiempos del FMI se miden en función de sus propias normas y procedimientos. No guardan relación con las urgencias del gobierno argentino, que varían día a día en función de la cotización del dólar, la variación de las reservas del Banco Central y los vencimientos a pagar. Por eso, el acuerdo al que Macri dijo haber arribado para adelantar el cronograma del desembolso de cuotas, formulado el 29 de agosto con el dólar a jóvenes 32 pesos, se fue diluyendo en un mar de cortesías y formalidades.
«Intentamos concluir el acuerdo tan rápido como sea posible. Se están haciendo avances en esas discusiones, que ahora continúan a nivel técnico», sostuvo Gerry Rice, vocero del organismo. «Los detalles sobre las medidas y temas relacionados al financiamiento están siendo discutidos ahora y no puedo adelantarme a esos diálogos en curso», dijo el funcionario el jueves. El cúmulo de evasivas al que apeló Rice fue también una muestra de autoridad: quedó claro que los tiempos de la negociación los manejará Washington.
Que firmen todos
En ese sentido, la reunión que Macri celebrará este martes con los gobernadores será clave para garantizar que el Congreso dé luz verde al Presupuesto 2019. Se trata de una norma a la que el FMI da gran importancia. «El marco presupuestario debe ser fortalecido. El presupuesto anual será complementado con simples y transparentes objetivos de mediano plazo para el equilibrio fiscal», recomiendan los informes técnicos del Fondo. El organismo estaría dispuesto a tolerar que se retrase la puesta en marcha de algunas rebajas previstas en la reforma tributaria, con tal de que haya un compromiso explícito para el cumplimiento de las metas de ajuste. En ese punto se recuestan algunos gobernadores para pedir que se mantengan tributos que el consenso fiscal buscaba reducir y eliminar, como los impuestos a los sellos o a los ingresos brutos.
Si del cónclave del martes surge un acuerdo, el Ejecutivo podría presentar en el Congreso (tiene tiempo hasta el sábado) el cálculo de gastos y recursos de 2019. Los bosquejos que trascendieron hablan de una reducción en el gasto de U$S 6000 millones con relación al ya fuerte ajuste prometido para el año que viene. El crecimiento del PBI será nulo. Los derechos de exportación, ese impuesto que Macri calificó de «malísimo», aportarán $ 280 mil millones extra. Con ese recurso, un congelamiento en términos nominales de subsidios y gastos operativos y una reducción nominal de 27% en la obra pública, Hacienda aspira a llegar al déficit cero. Nadie sabe si será factible cumplirlo.
Una vez cumplido ese trámite se cerraría la renegociación con el Fondo. «Sería hacia finales de septiembre», confió el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, tras volver de Estados Unidos, donde presentó esos números a Christine Lagarde, la directora del Fondo. El objetivo de máxima es cobrar de un saque las 12 cuotas de U$S 2900 millones cada una que se debían girar de manera trimestral, la primera de ellas este mismo viernes, obviando las revisiones obligatorias en este tipo de préstamos. En esa dirección va la ofrenda de apurar para el año que viene el equilibrio fiscal que se preveía alcanzar en 2020. Para eso, el gobierno obtuvo el apoyo expreso de Donald Trump: «El presidente Macri está realizando un trabajo excelente frente a esta situación económica y financiera muy difícil. Confío en su liderazgo», dijo el presidente de Estados Unidos.
El deseo del macrismo es conseguir una ampliación del crédito original para obtener mayor margen de maniobra. Pero ese sueño choca con una realidad: ¿cómo convencer a Lagarde de que gire más fondos si en apenas dos meses hubo que reformular las metas previstas a tres años? Detrás de esa carta hay otra urgencia: resistir la presión de los mercados, que muestran su desconfianza huyendo de los bonos y del peso. La raya se va corriendo todos los días y eso, para la ortodoxia del Fondo, no es aceptable. «