El gobierno aspira a que de las reuniones con gremios y empresarios emerja un consenso que alinee las expectativas inflacionarias para este año y permita un crecimiento de los salarios por encima del nivel de precios. Esta mejora de los ingresos reales de los trabajadores permitiría apuntalar el rebote de la economía. Sin embargo, algunos estudios privados creen que esa idea podría ser insuficiente para reducir los niveles de pobreza e indigencia que afectan a buena parte de la población.
Las dificultades que observan los analistas surgen de los microdatos que publica el Indec correspondientes a la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del tercer trimestre de 2020. Por una cuestión metodológica, el organismo estadístico espera a tener los datos de todo un semestre para elaborar su índice (entre otras cosas, para compensar el efecto del aguinaldo, que no se percibe en el primer y tercer trimestre del año). El informe completo de la segunda mitad del año pasado recién verá la luz a fines de marzo.
Sin embargo, a partir de esos adelantos, el Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (Ipypp), que dirige el economista Claudio Lozano, estimó que el índice de pobreza en el período julio-septiembre de 2020 fue del 38,7%, mientras que el de indigencia quedó en el 10,6%. Pasado en limpio, unos 17,6 millones de argentinos no tenían ingresos suficientes para cubrir sus necesidades básicas. De ese grupo, además, 10,6 millones de personas tampoco podían acceder al conjunto de alimentos mínimos para garantizar su nutrición.
Como siempre, la mirada puede centrarse en la parte del vaso que está llena o en la que no tiene agua. Lozano, exdiputado nacional y actual director del Banco Nación, celebró que 3,7 millones de personas hayan salido de la pobreza con relación al fatídico segundo trimestre de 2020, dominado por el estallido de la pandemia y las medidas de restricción que paralizaron buena parte del sistema productivo. Pero así y todo, el nivel es insoportablemente alto. «Si exceptuamos el segundo trimestre, por ser el eje de la tormenta económica causada por la pandemia, los niveles de pobreza e indigencia del tercer trimestre son los más altos de los últimos años, incluso por encima de los elevados valores alcanzados hacia fines de 2019», afirma Lozano.
Por su parte, Martín Rozada, profesor e investigador de la Universidad Torcuato Di Tella, publicó los resultados de sus cálculos econométricos en las redes sociales: en base a los microdatos de la EPH del Indec y los valores de la canasta básica total de enero (conocidos en la última semana), dijo que «se actualiza la estimación de la incidencia de la pobreza en el segundo semestre de 2020 a 41,7 por ciento».
Lejos de significar una mejora, este índice es ocho décimas porcentuales más elevado que el dato oficial del primer semestre, cuando estalló la pandemia (40,9%, había dicho el Indec). A medida que se avanza en la línea de tiempo, las cifras empeoran: Rozada evaluó que si se tomara el último semestre móvil (agosto 2020 a enero 2021) «se proyecta una tasa de pobreza de 42,6 por ciento».
El ascensor y la escalera
Uno de los motivos que complica cualquier mejora de esos índices es que las canastas de bienes que considera el Indec para fijar las líneas de pobreza e indigencia vienen subiendo de manera permanente por encima del promedio de inflación. En los últimos 12 meses el índice de precios al consumidor (IPC) subió un 38,9%, pero la canasta básica total (CBT) subió un 39,8% y la de alimentos (CBA), un 44%. En enero ambas tuvieron incrementos de dos y seis décimas porcentuales por encima del 4% del índice general.
De la misma manera, el índice de salarios que también calcula el Indec creció en 2020 un 33%, tres puntos por debajo de la inflación. Este número consolidó el tercer año consecutivo de caída de los ingresos reales de los trabajadores y reeditó la figura, muy gastada pero siempre vigente, de que los salarios suben por las escaleras y los precios lo hacen por el ascensor.
En las últimas semanas, el ministro de Economía, Martín Guzmán, fue muy enfático en señalar que «los salarios tienen que crecer más que los precios» y que «necesitamos que el crecimiento de la economía vaya de la mano de la recuperación del poder de compra del salario». Desde los gremios, el cosecretario general de la CGT, Carlos Acuña, le puso números a esa propuesta: postuló que «el aumento de salarios tiene que estar entre tres o cuatro puntos por encima de la inflación».
La gran incógnita, en todo caso, es saber cuál será el nivel de la inflación a partir del cual los trabajadores deberían obtener una mejora superior. ¿Será el 29% que Guzmán pautó en el Presupuesto y que defiende en público? ¿Será cercano al 50% que vaticinan las catastróficas previsiones de algunas consultoras? ¿O será hasta donde las empresas formadoras de precios tengan terreno para ejercer ese poder? En las reuniones del flamante Consejo Económico y Social se discutirá buena parte de todo esto.
Futuro preocupante
En ese sentido, el informe del Ippyp deja traslucir que las perspectivas para el futuro inmediato tampoco son buenas. El documento establece que por varias razones, la recuperación económica pospandemia encontró sus límites. Entre ellas cita la depresión del mercado interno, la discontinuidad de mecanismos de ayuda para los sectores más necesitados (como lo constituía el IFE, cuya continuidad quedó descartada por las autoridades) y la aceleración inflacionaria, que se hace sentir fuertemente en los precios de los alimentos. Esos factores «impiden augurar que la mejora de estos indicadores (de pobreza) pueda sostenerse en los meses siguientes», señaló.
En particular, el informe critica que «el abandono de la política de ingresos como herramienta para impulsar la recuperación de la actividad económica y la reducción de la pobreza no parece razonable cuando se comprueba lo delicado del cuadro social actual de la Argentina y la lentitud con la que se está dando este proceso de recuperación de la actividad. Debemos impulsar la recuperación del poder adquisitivo del salario y garantizar un piso de ingresos digno para el conjunto de la población», señala el estudio. «
Inflación: leve descenso
Uno de los motivos que dificultan la carrera de los salarios para ganarle a los precios es que estos últimos arrancaron el año con muchos bríos. El índice minorista fue de 4% en enero y las perspectivas para febrero son de una leve desaceleración, aunque en niveles todavía muy altos.
Los primeros pronósticos de consultoras privadas tienden a ubicarse en torno a 3,5%. Ese es el cálculo de OJF, dirigida por Orlando Ferreres. En tanto, Focus Market, conducida por Damián Di Pace, estimó que «la inflación de febrero se ubicará entre el 3,5 y el 4%», empujada también por alimentos y bebidas y por los continuos ajustes en el valor de los combustibles.
En Ecolatina realizaron una previsión más baja (3,3% para febrero), pero adelantan que «la desaceleración del nivel general no se trasladó al IPC Núcleo, que se mantiene en 4% y refleja la fuerte inercia del proceso inflacionario». En marzo, por ejemplo, ya avizoran un piso elevado impulsado por rubros estacionales, como educación e indumentaria, más los ajustes en prepagas, combustibles y una posible actualización de tarifas.