Las políticas públicas implementadas a partir del plan económico definido en el Presupuesto 2021 y continuado en el Presupuesto 2022 están dando sus frutos. En el año 2021 la actividad económica estaría creciendo algo más del 10%, cerca de recuperar el 9,9% de caída de 2020, aunque varios sectores ya exhiben cifras de producción más elevadas que en 2018 y 2019. Las PyMEs están recibiendo gran ayuda, principalmente por los amplios planes de moratoria impositiva, de la seguridad social y aduanera. Los puestos asalariados registrados llevan 9 meses seguidos en alza (+362 mil en dicho período), y continúa la recuperación de las economías regionales. También se anuncia que van a seguir creciendo las exportaciones por los buenos resultados de las cosechas, en el marco de una expansión del comercio mundial de bienes para 2022 que la Organización Mundial de Comercio proyecta en 4,7%, equivalente al doble del crecimiento promedio que tuvo el comercio mundial entre 2012 y 2019 (2,4% anual). Hay grandes temas por encarar y aún no se superan los impactos económicos de las dos pandemias. Pero su resolución no puede darse en el marco de las políticas de ajuste, como las que algunos sectores de la oposición plantean. Lo que hay que lograr es que la rueda virtuosa gire con más fuerza.
Como expresó el presidente Alberto Fernández durante su intervención en el evento anual Gzero Summit Latin America 2021: “Que un país crezca el 10% pero tenga el 40 por ciento de pobreza no es un país que crece como todos quisiéramos, porque el crecimiento debiera llegar a todos”. El primer mandatario señaló que el nuestro es un país con “enormes injusticias, donde la informalidad económica es muy grande, y esto se repite prácticamente en toda América Latina”.
Respecto de las políticas públicas que Argentina precisa, el Presidente reafirmó conceptos que nunca pierden su vigencia, al decir: “Estamos convencidos de que la única forma de poder pagar y de poder crecer es a través de un desarrollo armónico: con industria que aumenta su producción y que esa producción se exporte y genere dólares para pagar la deuda, pero que al mismo tiempo dé mejores condiciones de vida a los argentinos (…). La lógica de los que piensan que primero para pagar hay que ajustar la economía para que la economía funcione es el capitalismo del descarte (…). De una vez por todas tenemos que entender que la igualdad es lo que más nos hace progresar”.
Negociación con el FMI
El gobierno nacional sigue trabajando intensamente en su objetivo de tranquilizar la economía y arribar a un acuerdo con el FMI que le permita al país crecer y solucionar el problema social y de endeudamiento que dejó la anterior administración de Juntos por el Cambio.
Mientras tanto, las noticias que apuntan a influir negativamente en las expectativas no cesan. Unas horas después de que arrancaran las conversaciones algunos medios ya empezaban a afirmar que el acuerdo “se dilata”. Sucede que si se continúa negociando es porque aún no hay acuerdo. En 5 minutos “arregla cualquiera”, sólo tiene que preguntar dónde firmar. No es el enfoque de este Gobierno.
El Gobierno está avanzando en una negociación muy compleja en consonancia con la posición que ya fijó: una postura firme, soberana, de querer lograr un acuerdo que no implique ajuste y sufrimiento para argentinas y argentinos.
Se trata de alcanzar una negociación que no trabe la posibilidad de que Argentina siga recuperándose y generando empleo. Se busca que la deuda sea sostenible, ya que en las actuales condiciones no se puede pagar. Se necesita un cronograma extenso, que incluya un período de gracia importante, que se le quiten sobrecargos arbitrarios, y que no se acepten condicionamientos, de forma tal que el país pueda llevar adelante un proyecto soberano.
Pocos días atrás, Federico Sturzenegger, Presidente del BCRA durante la gestión de Mauricio Macri y quien fijó su meta de inflación del 5% en 2019, señaló que el acuerdo no es “nada relevante” y que no servirá para solucionar los problemas que hay en Argentina. Es una negación absoluta de la hipoteca que le dejaron al país.
También dijo que el problema es que “todo el tema de los acreedores y la deuda es una manera de encontrar un enemigo en quien descargar las culpas por las cosas que no ocurren en la Argentina”.
Ante estas palabras, no se puede más que preguntar: ¿qué clase de lectura hicieron a mediados de 2018, cuando decidieron acudir al Fondo? Basta con recordar la conferencia de prensa en la que se anunció la concreción de la carta de intención con la firma de Sturzenegger y Nicolás Dujovne, ambos representantes de la Argentina ante el Fondo. Dujovne justificó el crédito en base a los problemas de la sequía y a los cambios en las condiciones financieras internacionales, y sostenía que “buscamos un reaseguro –preventivo– para poder seguir haciendo lo que estamos haciendo, que es tener un programa consistente para que la Argentina crezca durante 20 años y se convierta en un país desarrollado”. Naturalmente no hubo una sola mención al masivo proceso de endeudamiento previo con los mercados privados externos, que se dio en tiempo récord, y que permitió una gran fuga de capitales.
Volviendo a la actualidad, el viernes pasado el FMI emitió un comunicado en el cual reconoce que “hubo avances técnicos”, es decir, mayores entendimientos en el camino a alcanzar un nuevo acuerdo.
Un punto importante es que el Fondo reconoce que la recuperación de la producción y la inversión en la Argentina son más fuertes que lo esperado. En esa misma línea, el Ministerio de Economía expresó que “este reconocimiento es importante para la definición del punto de partida de un eventual nuevo programa con el FMI” a la vez que “hay coincidencia con la visión del Gobierno acerca de la importancia de sostener esa recuperación”.
El FMI plantea que la mejora sostenible de las finanzas públicas sea gradual, y este término, gradual, resulta muy importante, es el espacio que solicita el gobierno para seguir creciendo. Además, el organismo pide amplio apoyo nacional e internacional para el programa, una solicitud no habitual, pero que refrenda en alguna medida las importantes gestiones políticas que hizo el Poder Ejecutivo de nuestro país.
También el FMI está analizando su accionar en lo que respecta al otorgamiento del préstamo de 2018, a las características y a las razones que lo llevaron a dar el crédito más grande de su historia: un análisis objetivo de los hechos debería servir para reforzar la idea de la corresponsabilidad del acreedor y del deudor.
Ello no quiere decir que el camino esté despejado. En una Plaza de Mayo colmada, Cristina Fernández de Kirchner propuso que “cada dólar que se encuentre en el exterior se use para pagar la deuda con el Fondo”. Y dirigiéndose al jefe de Estado pidió “que todos los partidos políticos le digan al FMI que no se va a aprobar ningún acuerdo que no contemple la recuperación de la economía”. El Presidente respondió: “Tranquila, Cristina, no vamos a negociar nada que ponga en riesgo eso; no tengas miedo”. Y agregó: “Muchas veces el FMI les soltó la mano a presidentes y así puso en crisis la institucionalidad de la Argentina. Si el FMI me suelta la mano, voy a estar tomado de la mano de cada uno de ustedes, de cada argentino y argentina”.
Tengo confianza en que el país logrará un acuerdo superando las limitaciones que suelen imponer los actuales esquemas del FMI; un acuerdo que permita seguir fortaleciendo el aparato productivo y la mejora de la situación social, es decir, no interrumpir la senda que se está transitando.