La pandemia de coronavirus golpeó a la economía en todos los rincones del planeta. También en el Atlántico Sur.
Un acuerdo de asociación para fortalecer la exploración de petróleo en las islas Malvinas, y que significaría la inclusión de una importante empresa de capitales israelíes, quedó en suspenso tras la caída brutal del precio del crudo en los mercados internacionales.
La parálisis provocada por el coronavirus incluyó la apertura de un paréntesis en lo que podría convertirse en un serio problema político y diplomático entre Argentina e Israel, toda vez que Argentina debería penalizar a las empresas que participan de las actividades petroleras en Malvinas a partir del permiso que otorgan las autoridades kelpers.
Petróleo esquivo
La búsqueda de petróleo en Malvinas lleva más de 25 años con resultados esquivos. Grandes firmas del universo petrolero han intentado conseguir crudo explotable, sin suerte. Los constantes fracasos en encontrar petróleo en cantidades que hagan rentable su explotación han llevado a que desde hace unos 10 años, las licencias que otorgan los kelpers solo hayan generado interés en empresas medianas y chicas.
Tras una serie de fusiones y deserciones, en Malvinas sólo quedaron dos: Premier Oil y Rockhopper Exploration, que actúan en sociedad en el principal descubrimiento, conocido como Sea Lion, al norte de las islas.
Pero la falta de resultados llevó a las firmas a buscar nuevos socios para que ayuden a fondear una nueva tanda exploratoria. Y allí apareció la firma israelí Navitas Petroleum.
La carta de entendimiento que firmaron en enero contiene una serie de cláusulas financieras y operativas por las cuales Rockhopper toma crédtos de las otras dos firmas a tasas usurarias (15% anual, reducida al 12% anual en una addenda de abril pasado) y comparte la última joya que le queda en la zona, un descubrimiento llamado Isobel-Elaine. Con esos fondos, Rockhopper cubriría su parte de los gastos de exploración de este año pero también gastos anteriores que no ha podido cancelar aun.
El descubrimiento llamado Sea Lion se encuentra a unos 200 kilómetros al norte de Malvinas. En esa zona, el lecho marino se encuentra a unos 450 metros de profundidad. Dos kilómetros por debajo de ese piso se encuentra el depósito que descubrió Rockhopper en 2010, compuesto por arenas embebidas en petróleo.
Por el ancho del tramo de subsuelo en el que están presentes estas arenas y por la cantidad de petróleo embebido, se calcula que se podrían extraer hasta 500 millones de barriles de crudo. Para que se tenga una comparación, la Argentina produce unos 500 mil barriles de petróleo por día.
Pero la posibilidad de realizar la extracción de ese petróleo no depende de recursos técnicos, que los hay, sino de que sea rentable. Y con el petróleo a 35 dolares el barril, se redujeron sustancialmente las expectativas de ganancias que esperaban Premier y Navitas. Premier anunció a fines de abril que suspendía todas las operaciones de exploración en Sea Lion hasta nuevo aviso. Y el acuerdo con navitas entró en un cono de sombra.
Un israelí con historia
Navitas es el emprendimiento de un israelí que es considerado un prócer del petróleo y el gas en su país: Gideon Tadmor, quien fue uno de los principales impulsores de la búsqueda de petróleo y gas en el Mar Mediterráneo y que dio sus frutos en los años 90 y los primeros del nuevo milenio con los descubrimientos de los grandes reservorios de gas conocidos como Tamar y Leviatán que actualmente están en producción y han transformado a Israel en un país exportador neto de ese fluido.
Por razones de geopolítica, la exploración y producción de hidrocarburos de Israel se suele ver constreñida. Muchas de las más grandes empresas prefieren evitar participar a fin de evitar posibles represalias de países árabes en los que ya tienen presencia.
El éxito de Tadmor en los hallazgos de gas en el Mediterráneo Oriental es, de alguna manera, consecuencia de que las grandes firmas prefirieron rechazar su participación en esas exploraciones.
En ese contexto, es altamente probable de que Tadmor haya analizado las consecuencias geopolíticas de su asociación con Rockhopper y Premier en Malvinas, violando la legislación argentina en la materia y ubicándose como un blanco para las acciones punitivas que prevé esa legislación.
Navitas explota petróleo y gas en el Golfo de México y tiene permisos en Canadá. El Atlántico Sur se encuentra lejos de su radar de acción. Y la historia de los afanes exploratorios en Malvinas está lejos de ser atractiva al punto de captar la atención de una petrolera que opera en otros hemisferios y otros climas.
También es altamente probable que el gobierno de Israel haya estado al tanto de las operaciones de Navitas al norte de Malvinas, aunque queda por saber si el tema fue motivo de comunicación entre la Cancillería argentina y su homóloga israelí.
Israel fue el primer destino exterior del entonces recientemente asumido presidente Alberto Fernández. El viaje, entre el 22 y el 25 de enero, incluyó una entrevista con el primer ministro Benjamín Netanyahu.
En el último documento público sobre el tema, emitido el 9 de octubre pasado, la Cancillería argentina les recordó a Rockhopper, Premier y una tercera firma llamada Argos, que “se encuentran operando en la plataforma continental próxima a las Islas Malvinas sin contar con la autorización del Gobierno argentino”.
El Ministerio de Relaciones Exteriores indicó en esa oportuniad que “La realización de actividades de exploración y explotación de hidrocarburos en el área en disputa, sin la correspondiente autorización del Gobierno argentino, constituyen actos unilaterales contrarios al derecho internacional”.
Y concluyó: “Por lo anterior, el Gobierno argentino insta a las empresas referidas y a otras entidades para que se abstengan de financiar o participar de tales actividades, que están sujetas a acciones legales administrativas y judiciales, conforme la normativa argentina”.