Hay dos tormentas que se ciernen desde hace tiempo sobre el ejercicio libre y digno del periodismo:
La situación salarial y la precarización laboral.
Ambas circunstancias someten a las y los trabajadores de prensa a -entre otras cosas- niveles de ingresos por debajo de la línea de pobreza (el 55% de nosotros, según relevamiento del SiPreBA), el pluri empleo (una suma de horas y ocupaciones varias para rozar estándares mínimos de calidad de vida) y la multitarea, acumulación de obligaciones varias por el mismo y escaso salario.
Pero hay un tercer padecimiento, no menos urgente de abordar: el de las condiciones profesionales y la calidad de los contenidos.
Mal pagos y sobre exigidos, la angustia del bolsillo y las extenuantes presiones de lo cotidiano conspiran contra el nivel de rigurosidad y análisis que la misión de informar requiere. Así, en el arduo desafío de apenas perdurar, crece cada vez más la tentación de sumar “doble clicks”, “likes” o puntos de rating.
Y las empresas lo saben. Y resuelven su crisis de lectores y audiencia empobreciendo el producto para maximizar ganancias. Empobrecen también a sus trabajadores, claro, pero peor aún: atentan contra el derecho de los periodistas a informar y contra el derecho de la sociedad a estar informada.
Por eso el apagón de hoy: porque nos inundan de sombras.
Opusimos, oponemos y opondremos a eso la organización, la unidad y la lucha.