Los presagios a veces no llegan nunca y otras llegan más tarde. Lo último parece ser lo que está ocurriendo con el ajuste del gobierno de Mauricio Macri. Desde la campaña electoral de 2015, los dirigentes políticos que hoy son opositores advertían que el corazón del plan económico de Cambiemos era producir un ajuste global. Esto incluía un tarifazo que inexorablemente impactaría en una base social que es fundamental para el oficialismo, la clase media de las grandes ciudades. El gobierno, con su conocido buen manejo de la comunicación, más el respaldo de la mayoría de los medios, logró durante estos casi dos años y medio de mandato sortear el costo del ajuste en el humor social. Los recursos usados fueron: la herencia recibida, la politización extrema del Poder Judicial y un intento de «cambio cultural», en el que la sociedad tenía que entender que antes se «despilfarraban» los recursos, que se vivía «demasiado bien» y que todo era insostenible.
Es posible afirmar que amplios sectores del electorado compartieron los argumentos, incluso personas que serían afectadas de modo directo por las decisiones que vendrían detrás de esas consignas. Sin embargo, una cosa es aceptar una explicación presentada como razonable y otra muy distinta llegar a casa y tener que levantar del piso una boleta con un aumento sideral. Son muchas las encuestas que comienzan a mostrar el cambio de humor respecto del gobierno, justamente en los sectores medios, por la situación económica y la caída del poder adquisitivo.
El último sondeo de la consultora Analogías, realizado en la provincia de Buenos Aires entre el 9 y el 11 de abril, es otra de las muestras de lo que está ocurriendo con la opinión pública. Una de las preguntas centrales fue por el aumento de los servicios públicos: «¿Estaría de acuerdo con congelar las tarifas durante dos años?». El 76,2% respondió que sí; el 15,6% sostuvo que no y el 8,2% no contestó. Siguiendo con el mismo tema, la medición consultó sobre el impacto en la economía familiar de los servicios públicos. El 83,9% respondió que lo afectaba y el 14,5%, que no.
Estos datos impactan en una cuestión más global que son las expectativas sobre el futuro. Es un elemento que todos los gobiernos saben que hay que seguir de cerca, con una lupa, porque es un indicador central del clima social. Ante la pregunta de «cómo cree usted que estará la economía este año», el 67% tuvo percepciones que se podrían considerar negativas. Este grupo se dividía en uno del 32,1% que considera que será un año recesivo y un 34,9% que dijo que será de estancamiento. Sólo un 20,8% señaló que crecería.
El impacto en la imagen.
Desde fines de 2015 hasta ahora, muchos sondeos han mostrado cierto descontento con la gestión de Cambiemos y también escepticismo sobre el futuro. Sin embargo, la imagen positiva del presidente se mantenía en valores altos. El fenómeno en parte se explicaba porque Macri gozaba del aura de haber asumido hace poco y amplios sectores de la población todavía confiaban en que «encontraría el camino».
Este crédito del presidente algún día iba a comenzar a declinar y así está comenzando a ocurrir. Sucede con el ritmo del goteo del que nunca se sabe cuándo rebalsará el vaso. El mismo sondeo de Analogías indica que la imagen positiva del jefe de Estado no detiene su caída de las elecciones del año pasado y, al revés, la imagen negativa no detiene su ascenso. Todavía Macri se conserva en valores que permiten no prender la luz de alarma, pero la tendencia inexorablemente preocupa en sectores del oficialismo. Los números concretos son: un 52% tiene una percepción negativa del presidente y un 46%, positiva. Un bueno modo de observar la evolución es tomar los valores de enero pasado, incluso después de la conflictiva reforma previsional que implicó un ajuste de las jubilaciones. En ese mes, los números que se acaban de mencionar estaban invertidos. El 52% veía positivamente al mandatario y el 46%, negativamente.
Estos números quizás expliquen el posible regreso del festival de prisiones preventivas que parece haber comenzado.«