Una nueva luz amarilla se encendió en el tablero de control del equipo económico, luego de que el Indec anticipara que el nivel de actividad retrocedió por tercer mes consecutivo. El Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) correspondiente a noviembre arrojó una caída de 0,7% con relación al mes anterior y acumula una reducción del 1,3% en el último trimestre.
El dato es relativo, ya que en la comparación interanual, el indicador sigue teniendo un número positivo (2,6% con relación a noviembre de 2021). Además, aunque sirve como un buen predictor, el EMAE se elabora en base a un relevamiento mucho más reducido que el PBI (Producto Bruto Interno), considerado como la verdadera medida de la evolución de la economía.
En todo caso, el consenso de los analistas indica que la actividad, si no cayó, al menos se desaceleró. A pesar de que los tres rubros que mueven la aguja por su incidencia y por la generación de empleo (la construcción, la industria y el comercio) muestran saldo positivo, la variación interanual es la menor desde marzo de 2021, cuando la comparación con la bajísima base que había dejado la irrupción del coronavirus puso a todos los indicadores con resultado favorable.
Insumos y divisas
Entre los factores para esa desaceleración está, cuándo no, la recurrente crisis de divisas y la dificultad para las empresas de abastecerse de insumos importados imprescindibles para garantizar la continuidad de la producción. Luego de una encuesta respondida por 486 empresas asociadas, la Unión Industrial Argentina anticipó que, si bien entre enero y octubre la producción manufacturera subió 7,8%, «en el tercer trimestre comenzó a observarse una desaceleración del crecimiento por factores locales y externos».
El informe de la UIA revela que en octubre sólo el 21,5% de las firmas tuvo incrementos en su nivel de producción y detalla que «se registró un desmejoramiento en todas las variables operativas relevadas. En particular, el stock de insumos y materias primas alcanzó el valor más bajo de toda la serie».
Pero no todo pasa por las divisas. También hay una clara retracción en el consumo privado, impulsada por la retracción en el poder adquisitivo de los trabajadores. En 2022 los ingresos de los trabajadores registrados se redujeron 2,8% en términos reales y por eso, de acuerdo al Indec, las ventas en supermercados crecieron muy poco (2,5% interanual en noviembre) y en los autoservicios mayoristas bajaron 2,1%.
Aun así, el gobierno sigue confiado en que cuando se terminen de elaborar los datos del PBI de 2022, la performance será muy buena. «Vamos a cerrar más cerca del 5,5 por ciento. Creo que el crecimiento de 2022 y 2023 va a estar por encima de la mayoría de los pronósticos de los economistas y de los organismos multilaterales», dijo el ministro de Economía, Sergio Massa.
Sin arrastre
El optimismo oficial contrasta con los pronósticos agoreros de la City porteña. En el último Relevamiento de Expectativas de Mercado realizado por el Banco Central, las consultoras y centros de estudio participantes estimaron que el PBI de este año crecerá apenas 0,5%, corrigiendo a la baja su pronóstico por tercera vez consecutiva.
A ello se suma otra cuestión: el arrastre estadístico que surge de comparar el nivel de actividad con el promedio del período anterior, que fue más bajo que el dato actual (porque la economía siguió en alza). Se estima que en el último año, esa cuestión matemática aportó alrededor de cuatro de los cinco puntos de crecimiento del PBI, pero el efecto desaparecerá casi por completo para esta temporada. «La actividad podría cerrar 2022 con un avance de 5,7 por ciento. El arrastre para 2023 es de apenas 0,2%», estimó un trabajo del Grupo SBS.
Un informe de la consultora Ecolatina señaló que «para este año, proyectamos un crecimiento más acotado que en 2022, que estaría en torno al 1,4%, unas centésimas por encima del crecimiento poblacional. Entendemos que de no mediar shocks (exógenos o endógenos) una recesión podría evitarse, pero no la tendencia hacia la moderación del crecimiento».
En ese documento se mencionan la menor cosecha agrícola por la sequía, el sesgo contractivo en el gasto público y la ya mencionada restricción de divisas. Por esos, entre otros motivos, la consultora espera «un escenario de estanflación en 2023, es decir, una actividad económica con magro crecimiento en conjunto a la persistencia de una elevada inflación». «
El pesimismo afecta a todo el planeta
El pesimismo sobre el ritmo de crecimiento de la economía cunde en todo el planeta. El Fondo Monetario Internacional estimó en su último Panorama Económico, difundido en octubre, que el PBI global crecerá 2,7% en 2023, medio punto menos que el 3,2% esperado para 2022. «Este es el perfil de crecimiento más débil desde 2001, excepto por la crisis financiera mundial y la fase aguda de la pandemia de Covid-19», señaló el trabajo.
La mayor inflación mundial por la guerra en el Este de Europa y las dificultades de China en medio de una nueva oleada de coronavirus serán los obstáculos a superar. «Anticipamos que un tercio de la economía mundial esté en recesión», pronosticó la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva. «Las tres grandes economías, Estados Unidos, la Unión Europea y China, se están desacelerando simultáneamente», explicó.
Para el organismo, Argentina iba a crecer 4% en 2022, previsión que podría haber sido superada. En cambio, para 2023 se vaticinaba un alza del PBI de 2%.