Nicolás Zupán tiene 32 años y hace ocho que trabaja en Movistar en el área de Reparaciones Técnicas, una tarea impensada para ser llevada adelante de manera remota en la prepandemia. «Esto fue algo nuevo y requirió adaptación. Tuvo sus cosas buenas, como dejar de viajar y empezar a comer más sano, pero a la vez con el teletrabajo se hace difícil mantener un equilibro con lo que pretende la empresa», explica el joven que vive en Floresta junto a su familia y todos los días viajaba a las oficinas de Palermo.
Zupán se refiere a que «los jefes en un principio se olvidaron que había horarios y, por ejemplo, se quejaban si en los llamados se escuchaba a algún niño que andaba por ahí. Era imposible desentenderse del hogar y trabajar».
Fabiana Benítez, de 34 años, tiene una familia ensamblada con su pareja y los hijos de ambos. Hace seis años que trabaja en Atención al cliente en Telecom Argentina. Hasta el año pasado iba a la oficina comercial donde estaba acostumbrada a tratar al usuario cara a cara. «De un día para el otro me convertí en un call center, atendiendo el *111 desde mi casa. Lo más complicado es que uno no cuenta con todas las herramientas para darle la solución al momento al cliente y se complejiza todo», resume.
«Por suerte, en la empresa ya regía una normativa desde 2014 en donde no estamos obligados a responder los mails, mensajes o comunicados fuera del horario laboral. Eso fue clave para mantener a raya los jefes e incluso la nueva Ley de Teletrabajo retoma ese punto», añade Fabiana, quien describe que junto a sus compañeros hace un tiempo que intentan volver a la normalidad y se intercalan para ir a trabajar de manera presencial, aunque aquellos trabajadores que tienen hijos pequeños pueden optar por mantener el teletrabajo dada las complicaciones que atañen la escolaridad de los chicos en estas condiciones.
Tanto a Nicolás como a Fabiana, las empresas le proveyeron desde el primer día computadoras y algunos elementos como los micrófonos vinchas para continuar con sus tareas. Sin embargo, «en algunos casos se han demorado bastante en enviar las sillas ergonómicas, por ejemplo, para poder trabajar sin dañar la cintura», destaca Nicolás.
Agustín es profesor de educación secundaria en varios colegios privados de la Ciudad de Buenos Aires y si bien reconoce que la virtualidad no fue la mejor manera de enseñar porque «no todos los chicos se conectan, se cuelga Internet y, por mi parte, la realidad del teletrabajo es durísima», pero de igual modo «valoro la vuelta a la presencialidad, pero no está funcionando. Creo que se pierde más que el año pasado. Los chicos tienen una semana remota y otra van a la escuela. Parecen zombies. Yo estoy en 40 burbujas y ya me tuve que aislar 39 veces preventivamente».