Dólar planchado, tasas de interés positivas, salarios deprimidos, capacidad industrial ociosa, endeudamiento externo a pasos agigantados. ¿Qué tiene que ver la actual política económica con la que llevaron adelante el régimen militar, en los años ’70, o el menemismo, en la década del ’90?
«Con estas tasas de interés no hay negocios rentables. Esto ya lo vivimos con (los exministros de Economía) Martínez de Hoz y Cavallo», dijo José Ignacio de Mendiguren, directivo de la Unión Industrial Argentina, preocupado porque «ningún índice de la industria ha avanzado en lo que va de este gobierno». Al mismo tiempo, el expresidente del Banco Central, Aldo Pignanelli (del Frente Renovador, al igual que De Mendiguren), remarcó que «la política del BCRA atrasa 40 años, es la teoría de la escuela de Chicago. La plata dulce, el ‘deme dos’ estamos volviendo a esos años».
«Llévame en tu bicicleta»
«El mejor negocio de 2016 en la Argentina fue prestarle al Estado las Lebac», dijo De Mendiguren, en referencia a las altas tasas con que el Banco Central intenta frenar la inflación. Algo parecido ocurrió entre 1977 y 1980, cuando los capitales extranjeros llegaron atraídos por el cóctel de altas tasas y la famosa tablita cambiaria, un cronograma de devaluación del peso a un ritmo menor al de la inflación. El resultado fue la bicicleta financiera: era más rentable poner los pesos a plazo fijo y luego pasarse a dólares que producir, fenómeno que reflejó la recordada película Plata Dulce, de Fernando Ayala. El sistema crujió con la quiebra del Banco de Intercambio Regional, en 1980. En la actualidad, si bien las tasas al público son negativas, los inversores institucionales hacen negocio con el 26% que paga el BCRA: esa diferencia les permitió a los bancos, por ejemplo, ganar $ 74 mil millones en 2016.
Tour de compras
El retraso cambiario no fue exclusivo del régimen militar. El 1 a 1 entre el peso y el dólar que dispuso Domingo Cavallo, el superministro de Carlos Menem, no se modificó hasta la caída de De la Rúa, en 2000, a pesar de que en esos nueve años la inflación sumó 56%. Así y todo, esa paridad era mayor que la de hoy: a valores actuales, Menem dejó su presidencia con un dólar de $ 19,75, un 27% más caro que el actual.
Cavallo buscó integrar la economía local al mundo. Y de la mano de ese dólar barato, las importaciones se multiplicaron por ocho: el déficit comercial llegó a U$S 5700 millones en 1994. La postal de esos años fueron las excursiones para comprar ropa a Uruguayana (Brasil), muy similares a los viajes a Miami en los ’80 para traer televisores color o las colas en la frontera de hoy en día para conseguir artículos electrónicos en Chile.
Deuda y más deuda
Una de las tantas consecuencias negativas de la dictadura fue el crecimiento astronómico de la deuda externa, que sirvió para cubrir el abultado déficit fiscal. Creció de U$S 8300 millones a fines de 1976 hasta U$S 45.100 millones en 1983, año en que los servicios de la deuda significaban el 21% del PBI. Menem prefirió utilizar otra receta y se financió con la venta de empresas públicas. Cuatro décadas después, Macri retomó el método del endeudamiento para paliar el déficit: para eso emitió títulos por U$S 38.200 millones.
Los efectos económicos de esos programas se prolongaron incluso después del mandato de quienes los llevaron adelante. La presidencia de Alfonsín, por ejemplo, estuvo jaqueada por la presión de los bancos acreedores y por una inflación que los militares entregaron en los mismos niveles que cuando asumieron (335% en 1975, 434% en 1983). Menem le dejó a De la Rúa más de un 20% de desocupación y una industria devastada. Los puntos de contacto son tantos que en una de sus últimas apariciones públicas, Roberto Lavagna (el ministro que guió la salida del corralito) opinó que «ya hemos tenido este tipo de modelo con los militares y en los años ’90. No consigue dar resultados en desarrollo. Esperemos que haya modificaciones». «