Vino Canal 7, vino Canal 11, disparando y disparando. Eso me pone nerviosa. Yo trabajaba como cualquier otro compañero. Pero los flashes iban todos para mí. Por ser mujer. Porque son machistas», relata Mirta Baum, referente de la construcción y el cooperativismo.
Como si fueran un fenómeno. Fueron a filmarlas. A retratarlas en su trabajo como si bordearan lo sobrenatural. No hay motivo; no hay argumentos sensatos para sorprenderse de que una mujer doble vigas, prepare una mezcla, use una pala, cave un pozo. ¿Cómo contarlo? ¿Cómo decir que ellas vencieron al machismo del rubro de la construcción sin caer en ese mismo machismo que las inferioriza, las aparta y les grita en la cara que son el sexo débil?
Sorprenderse, quedarse observándolas con el casco en sus cabezas, admirarlas por realizar un oficio «a pesar» de ser mujeres. Eso no. Titular: «Es mujer y hace trabajo de hombre.» Reproducir lo que el patriarcado impuso. Eso menos. Contar cómo doblegaron al machismo en un ambiente de machos. Eso sí. ¿Pero cómo? Tal vez es mejor que lo cuenten ellas mismas. Que cuenten la historia de cómo se unieron y cómo el cooperativismo fue el paso fundamental para enfrentar al conservadurismo de Corrientes, a la explotación patronal en las plantaciones de tabaco en Jujuy o al «destino» de ama de casa en Entre Ríos o en cualquier otra provincia.
Que lo cuente Silvana Méndez. «Siempre te están discriminando, te dicen que no sabés, que no vas a aprender nunca. Pero se aprendió: la necesidad te lleva a aprender. Y más acá en Concordia, que no había otro ingreso», relata la presidenta de la Federación de Cooperativas de la provincia de Entre Ríos, quien antes «era una ama de casa frustrada», pero que con el cooperativismo empezó a salir de su casa y «enfrentar a un hombre de igual a igual y discutirle una labor y un trabajo».
Monterrico queda en Jujuy y es la capital provincial del tabaco. Allí, muchas mujeres viven en fincas bajo el dominio del patrón. Se dedican a plantar tabaco, a encañar y a desclasificar. Además son amas de casa y ganan muy poco. Prácticamente ninguna tenía vivienda propia ni sabía de construcción.
Que lo cuente Laura Rodríguez, agente sanitaria y visitadora social, que se unió a otras mujeres para cambiar esa realidad: «Se vivía de manera precaria, en conventillos, en una sola habitación. Había mucho hacinamiento. Dormían tres personas en una misma cama. Esa necesidad nos llevó a crear cooperativas para resolver el problema habitacional. Ahí, en la urgencia, nació la inquietud. No sabíamos nada. Ni de cómo hacer el trabajo, ni de cooperativismo. Con el correr del tiempo fuimos aprendiendo y hoy las cooperativas de Monterrico están integradas en un 95 por ciento por mujeres.»
Las viviendas -y las cooperativas- les sirvieron para cambiar su rol en la sociedad. «Ahora tenés la capacidad de tomar decisiones dentro de tu hogar, antes no pasaba eso, estabas muy sometida a lo que decía tu marido porque era el que llevaba el pan. En cambio, hoy nos hemos hecho más independientes, las casas están a nuestro nombre», relata Laura, presidenta de la Federación de Cooperativas de Trabajo Unidas de Jujuy.
Que lo cuente María Isabel Nicolás, más conocida como La Turca. Que cuente cuando no la querían dejar laburar. Que cuente lo que hizo: «No querían mujeres porque eran cooperativas de construcción pero protesté para demostrar que podíamos. Pedí una oportunidad por tres meses, y que si no servíamos nos dieran de baja después de ese plazo. Luchando, entramos con las compañeras. Aprendimos a armar los pilotines y las vigas para poder hacer el cimiento. Y también empezamos a acarrear arena, piedra y descargar camiones con cemento. Fue difícil al principio porque en Corrientes son muy conservadores. Pero después, cuando nos vieron trabajar a la par de ellos, supieron entender. Y al final la mayoría de las mujeres pasamos a estar al frente: en el Consejo de Administración de la Federación de Cooperativas de Trabajo Unidas de Corrientes, desde 2007 presidenta, secretaria y tesorera somos mujeres.»