Algunos son vendedores ambulantes, otras, trabajadoras de casas particulares, cooperativistas, costureras a destajo. No tienen sueldo fijo, no tienen un patrón ni sindicato que represente sus intereses. Los trabajadores de la llamada «economía informal» son alrededor de cinco millones en Argentina. Sin embargo, a partir de las políticas económicas implementadas en este primer semestre, ese número creció. Hoy, organizaciones políticas y sociales marcharán desde distintos puntos del Conurbano y la Ciudad de Buenos Aires hasta la Plaza de Mayo para hacer escuchar su reclamo: un salario mínimo que complemente sus inestables ingresos.
Es la primera vez en los últimos años que la conmemoración de San Cayetano, patrono del trabajo, se transforma en un evento político. De hecho, la principal columna partirá desde el santuario de Liniers y se dirigirá hacia el centro de la Ciudad.
El gobierno de Mauricio Macri logró la unidad de sectores que hasta hace poco tenían reivindicaciones y metodologías muy diferentes. A los organizadores originarios de la marcha, la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), la Corriente Clasista y Combativa (CCC) y Barrios de Pie, se sumaron las dos CTA y varios dirigentes de la CGT Azopardo. El viernes también convocó el Partido Justicialista y la Federación Universitaria de Buenos Aires.
La única caracterización adecuada de este sector es la que surge de la Encuesta Permanente de Hogares que realizaba el Indec, pero este año todavía no se puso en marcha. Juan Grabois, referente de la CTEP, sostiene que para la organización «la estadística es sencilla». A los 18 millones que componen la Población Económica Activa (PEA) se les restan los empleados registrados. De ese resultado, la mayoría son asalariados no registrados (en negro) y el resto, unos cinco millones, trabajadores de la economía popular.
«Este sector está creciendo muchísimo. Nosotros apuntamos a reconocer formas de trabajo que no necesariamente integran las cadenas de valor de las empresas capitalistas, pero que tienen una productividad oculta», explica Grabois. «Ahora se produjeron dos fenómenos, una ampliación por exclusión y a la vez, un empobrecimiento, porque hay más competencia por un mercado más chico. Por ejemplo, hay más vendedores ambulantes y menos clientes», explicó el referente cercano al Papa Francisco.
Eduardo Donza, investigador especializado en trabajo y desigualdad de la Universidad Católica Argentina, sostiene que «el 15% de la PEA se mantiene en el subempleo inestable, con changas; son trabajadores de programas de empleo con contraprestación. Van desde beneficiarios de planes de empleo estatales hasta los chicos que limpian parabrisas, actividades cercanas a la mendicidad.» Donza sostiene que a su vez «las restricciones de ingresos en los sectores medios hacen que dejen de contratar a los trabajadores informales o les bajen sus horas. No es el paso a la desocupación, pero repercute en su nivel de ingresos».
Por su parte, el economista Claudio Lozano, del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas de la CTA Autónoma, otra de las organizaciones que marcharán hoy, opina que «como no hay sectores que estén creando trabajo, la actividad pasó de un cuadro de estancamiento a otro de recesión. Para nosotros hay un millón de pobres más que se generaron en este primer semestre: se pasó de un 32% a un 36%», advirtió.