«La confianza de los empresarios en el gobierno está dividida, la mitad no lo respalda como hace un año», confió el jueves un alto dirigente de la industria que analizaba con Tiempo los pormenores de la política económica de la alianza Cambiemos con evidente malestar.

Al día siguiente, en España, el titular del Ejecutivo reconoció una tensión con el empresariado, pieza clave del denominado «círculo rojo» de la dirigencia política y económica más influyente del país y uno de los pilares en los que el mandatario se apoyó durante la campaña que lo condujo al Sillón de Rivadavia.

El presidente dijo que recibió «presiones» de las corporaciones para profundizar el ajuste por la vía del shock y defendió el supuesto gradualismo de su plan económico, que a poco más de un año de gobierno produjo 250 mil despidos a la par de la caída de prácticamente todas las variables de la economía.

Los dirigentes de empresas, aliados naturales y parte activa de Cambiemos, empiezan a mirar de costado a Macri y no niegan que el descontento tiene que ver con la falta de un «programa sistémico» de medidas para mejorar la competitividad de las empresas.

El gobierno, por su parte, salió rápidamente a enfriar los rumores de una posible devaluación. Por medio del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, consideró que «con el dólar a $ 16 la economía puede trabajar adecuadamente». La frase bastaba para llamar la atención de las empresas pero el ministro remató con la competitividad que, aseguró, «mejoró marcadamente en el último año».

El mismo día, el presidente del Banco Central (BCRA), Federico Sturzenegger, reconoció que por los aumentos de tarifas «se vienen meses difíciles en materia de inflación» pero ratificó el techo del 17% que establece la Ley de Presupuesto 2017.
Las empresas acusaron recibo. Los directivos de la Unión Industrial Argentina (UIA), José Ignacio de Mendiguren, Daniel Funes de Rioja y José Urtubey reconocieron la existencia de un «atraso cambiario» pero, cautos, señalaron que el dólar es apenas una de las variables a modificar y volvieron a la carga con la agenda de la competitividad.

Para el «Vasco» de Mendiguren «no se trata solamente del tipo de cambio, hay que resolver costos como el logístico que son un 10% superiores a los de otros países de la región, la tasa de interés y la inflación». El actual sistema tributario «tiene un grado de distorsión terrible: dice que quiere producción y grava renta productiva y no financiera».

La solución «sistémica» está anunciada por el gobierno pero para el empresariado está lejos de concretarse. «Yo no sé qué números manejan cuando dicen que la competitividad se recuperó: el combustible, los fletes y los peajes son carísimos. Además, las tarifas siguen aumentando. No mejoramos la competitividad», desestimó el también legislador del Frente Renovador.

Urtubey, por su parte, reclamó que «la reforma tributaria tiene que ser este año, no puede esperar al próximo». El salteño cuestionó la falta de un paquete de medidas amplio para potenciar la competitividad del sector y también le bajó el tono a la cuestión del dólar: «buscar competitividad solo por el tipo de cambio es un error histórico. También hay que mirar la administración del comercio y la renta financiera. Argentina sigue siendo un país caro en términos competitivos».

El titular de la federación alimenticia Copal, Daniel Funes de Rioja, coincidió y agregó el reclamo por los «costos laborales». Para Funes «el tipo de cambio es gravitante pero no exclusivo».
Los testimonios de los industriales ilustran la «confianza dividida» que mencionó una fuente en reserva. Mendiguren agregó que entre las pymes «se desvanece especialmente» porque «cada vez que Argentina vio que la política económica combinó retraso del tipo de cambio, suba de tasa de interés e ingreso de capitales terminamos muy mal. Y después de la industria siempre cayó el campo», avisó el diputado. «No se ajusta para después crecer, es al revés, la moneda se sanea por el crecimiento económico», concluyó. «