El mandato de cuatro años de la CGT expiró ayer, 22 de agosto. Sin embargo, Héctor Daer y Carlos Acuña mantendrán sus cargos hasta entrado 2021, porque el Ministerio de Trabajo postergó todo acto institucional de los gremios hasta el 30 de septiembre.
Fuentes de la central obrera estiman que la renovación se realizará en marzo de 2021, ya que las entidades gremiales deberán concentrarse en la normalización de su vida interna para, recién ahí, encarar la de la Central.
No está claro si la postergación jugará en favor o en contra de una reunificación que incluya a todas sus vertientes luego de la implosión que sufriera durante la actual conducción.
Es que, si bien el tiempo siempre resulta un aliado para acercar posiciones y afinar el lápiz a la hora de repartir cargos, también es cierto que, en este contexto, el principal factor para la reunificación resulta ser el alineamiento de todas las fracciones con el gobierno, desde que se selló la coalición entre el kirchnerismo y el resto del peronismo. La persistencia de ese alineamiento, sin embargo, estará sujeta al desgaste que pudiera sufrir el gobierno en un cuadro signado por una aguda recesión, condicionada por los compromisos con los acreedores privados y los que se dispone a sellar con el FMI.
La conducción llega diezmada al final de su mandato, signado por el retroceso durante el gobierno de Mauricio Macri.
Desde entonces se produjeron la autoexclusión de uno de los miembros del triunvirato que la lideraba, Juan Carlos Schmid, la renuncia del referente de la UOM y la salida de poco más de una decena de dirigentes ligados al moyanismo que, una vez afuera, confluyeron con el Smata de Ricardo Pignanelli y la Corriente Federal de los Trabajadores de Sergio Palazzo, referenciada con el kirchnerismo que, de movida, no habían integrado el Consejo Directivo.
La constelación de fuerzas incluye al sector del ferrovario Sergio Sasia, quien cuatro años atrás se abstuvo de participar y que ha sido reintegrado informalmente a partir de su nuevo agrupamiento, el SEMUN. Se espera también el regreso de la UATRE, otrora alineada con el macrismo.
La poderosa UOM de Antonio Caló se ha mantenido prescindente entre las fracciones, pero será de la partida.
A meses de la fecha de las elecciones, todos los sectores esgrimen su voluntad de lograr una conducción unitaria que, como están las cosas, sólo podrá lograrse a través de una conducción colegiada de tres miembros. La constelación de fuerzas parece inclinarse en favor de la actual conducción, que no sólo reúne el apoyo de los Gordos, Independientes y el barrionuevismo alineado con la figura de Carlos Acuña. La continuidad de Héctor Daer se descuenta a partir del poderío de su propio bloque, pero también por el aval del presidente Alberto Fernández.
Uno de los referentes de la conducción, Jorge Sola, aseguró que “hay voluntad de consensuar fechas y modalidades con todos. A la última reunión se invitó a Pablo Biró y a Palazzo, a Guillermo Moser, de Luz y Fuerza, a Sasia y a Juan Carlos (Schmid). Son señales”. El dirigente explicó que “todos los sectores queremos una lista de unidad”. Para eso, dijo, “podría haber una secretaría colegiada”.
En el mismo sentido se pronunció Sasia que, habiendo rechazado esa variante hace cuatro años, ahora asegura: “Queremos debatir un proyecto. Si lo logramos y se decide que es conveniente una conducción que no sea unipersonal, estamos abiertos al diálogo”.
Omar Plaini, desde el sector ligado al moyanismo, sin embargo, señaló que “todos vamos a decir que queremos una CGT unificada. Sobre la base de un programa va a ser más posible la unidad. Veremos qué piensa el actual secretariado de la CGT”.
Con todo, reconoció que “todavía no se ha generado nada que indique que podamos lograr esa unidad. Hemos tenido diferencias que se han hecho públicas cuando la CGT se sentó en AEA con el programa de la AEA y no con el de los trabajadores”. Para el dirigente, “el mes que viene cumplimos 90 años” y, por eso, ese programa debería inspirarse “en los de Huerta Grande y La Falda”.
Programas que hoy parecen muy lejanos. Esos programas bregaban por la nacionalización de la banca, el comercio exterior y los sectores estratégicos de la economía, el control obrero de la producción y la expropiación de la oligarquía terrateniente, además del desconocimiento de los compromisos financieros.