En sus últimas apariciones públicas, la economista Marina Dal Poggetto, una de las más escuchadas en la City, acuñó una frase: «Sergio Massa no para de sacar conejos de la galera». En esa línea, el ministro de Economía volvió a sorprender al mercado con el anuncio de recompra de bonos de la deuda pública. «Traerá beneficios al programa financiero y también al ordenamiento fiscal, porque servirá para continuar bajando el riesgo país y mejorar las posibilidades de las empresas y del Estado de acceder al mercado de capitales», sostuvo Massa.
La medida desconcertó a algunos porque se tomó en medio de una carencia de divisas crónica: el cepo cambiario continúa y la industria se queja de la demora en acceder a dólares para importar insumos. Para gambetear la presión del FMI, el gobierno dijo que las operaciones se harán con fondos del Tesoro y que no afectarán el balance del Banco Central, que sólo intervendrá en carácter de agente financiero.
Por fuera de esas razones, la prioridad que se le dará a los bonos de corta duración también brinda pistas de un objetivo mucho más concreto: el acopio de un stock suficiente que le otorgue al gobierno poder de fuego para influir en las cotizaciones alternativas del dólar, el CCL (contado con liquidación) y el MEP (mercado electrónico de pagos). Son justamente los Global GD 29 y GD 30, bajo legislación extranjera, los más usados en la triangulación para dolarización de carteras, a través de la compra de títulos en pesos y su venta en dólares.
Según estimaciones privadas, en cada uno de esos mercados se transan hasta alrededor de U$S 100 millones diarios. Massa dijo que la recompra de bonos será de U$S 1000 millones. Esa cantidad, si bien es ínfima para cambiar el perfil de vencimientos de la deuda pública en los próximos años (equivale al 1,5% de los bonos emitidos en el canje de 2020), podría servir para intervenir en los mercados y evitar que el CCL y el MEP se disparen. «Tenemos por delante el desafío de trabajar en la disminución de la brecha y el ordenamiento de los tipos de cambio», admitió el ministro en un hilo de Twitter.
Al gobierno le interesa que esos dos tipos de cambio alternativos pasen inadvertidos en las tapas de los diarios. Sobre todo porque empezaron a convertirse en referencia para la fijación de precios internos: ante la escasez de divisas oficiales, algunas empresas grandes los usan para asegurar el pago de insumos importados. La movida oficial tuvo una primera reacción auspiciosa, pero el viernes el MEP se disparó 5% y el CCL recuperó los diez pesos que había perdido tras los anuncios.
¿Precios de oportunidad?
Massa también dijo que se trata de «un primer paso en la compra de deuda extranjera», anticipando nuevas iniciativas en esta dirección. Pero fue su referencia a que estos bonos «cotizan en el mercado secundario a bajas paridades, generando una enorme ventana de oportunidad para nuestro país» la que ayudó a la oposición a encontrar motivo para sus críticas. En efecto, los títulos cotizan a entre 30 y 35 centavos por cada dólar nominal. Pero en octubre estaban mucho más abajo, por debajo de los 25 centavos.
Por eso, el diputado Fernando Iglesias (JxC) presentó un proyecto en el Congreso para interpelar a Massa preguntando, entre otras cosas, «si ha existido de su parte algún tipo de comunicación a operadores financieros que pueda haber acelerado la compra de esos títulos» y ayudado a subir sus precios en los últimos tiempos. Ante la maniobra macrista para instalar que hubo tráfico de información privilegiada, una figura castigada por el Código Penal, en Economía reaccionaron rápido y pidieron a la Comisión Nacional de Valores (CNV) que abra una investigación sobre el tema.
En Wall Street creen que la suba de los bonos se debe a que el gobierno logró mejorar la credibilidad: «El Gobierno ha entregado objetivos cuantitativos en el programa del FMI y la inflación ha caído, a pesar de que los mercados no esperaban esto hace unos meses», afirmó un informe del Bank of America a sus clientes.
Pero en el PRO insistieron con las críticas. El diputado Luciano Laspina se quejó de que «un país sin crédito se da el lujo de precancelar deuda que vence dentro de seis años». Por su parte, Guido Sandleris, expresidente del Banco Central, señaló que «es peligroso utilizar casi un quinto de las reservas en una operación financiera innecesaria». En este punto puede estar la clave del tema: en los últimos dos meses el BCRA acumuló, gracias al dólar soja, la activación del swap con China y algunos préstamos internacionales, reservas de libre disponibilidad por unos U$S 6000 millones. ¿Podría haberse hecho esta operación antes, si el Central no tenía divisas para comprar los bonos? «