El agotamiento del triunvirato que conduce la CGT parece ser el único punto de acuerdo firme entre los distintos sectores que integran su Consejo Directivo. Ante la evidente parálisis, concluida la reunión del pasado jueves, una serie de dirigentes dejaron trascender la existencia de un acuerdo para la supuesta convocatoria a un Congreso Normalizador para el 22 de agosto, exactamente dos años después de que asumieran el liderazgo Juan Carlos Schmid, Carlos Acuña y Héctor Daer.
En realidad, la mayor parte de la reunión se dedicó a analizar y debatir el posicionamiento de la central ante el nuevo contexto económico y social a partir de los tarifazos y la corrida contra el peso. En términos formales se resolvió adherir a la movilización al Ente Nacional Regulador de la Electricidad (ENRE), organizada por los sindicatos del transporte para el día siguiente en horas de la mañana (con escaso tiempo de preparación y difusión para que sea un canal de la bronca popular) y dar a conocer una declaración de rechazo a la reforma laboral, los tarifazos y la política económica oficial, catalogada de «inviable».
Si bien el documento manifiesta que la central tomará «las medidas de acción sindical que considere necesarias», en el desarrollo del debate, cuando un dirigente de uno de los principales gremios del transporte sugirió que se pusiera a consideración la moción a favor de un paro nacional, el resto de los integrantes de la conducción prefirió evitar una votación al respecto.
Así las cosas, el agravamiento del contexto político sirvió como telón para postergar una definición real en lo que hace a la renovación de autoridades y para unificar, al menos circunstancialmente, a los diferentes sectores detrás de una postura de rechazo a la política oficial.
Un dato saliente fue la participación en el cónclave del moyanismo a través de las figuras de Facundo Moyano y del camionero Omar Pérez en reemplazo de Pablo Moyano que había presentado su renuncia en carácter personal, además del canillita Omar Plaini. La Unión Obrera Metalúrgica fue la excepción y no participó a pesar de que la renuncia de Francisco «Barba» Gutiérrez fuera rechazada por el Consejo Directivo. Con todo, se descuenta que, en caso de avanzar en una nueva conducción, por su peso político, los metalúrgicos tendrán un lugar asegurado en caso de que así lo decidan.
La reunión, que duró más de tres horas, le dedicó apenas 15 minutos al punto de la renovación de la dirección. Sugestivamente se omitió el pedido de renuncia a todos los miembros del Consejo Directivo que, ante la negativa del sector liderado por Luis Barrionuevo, había llevado a un callejón sin salida y a un cuarto intermedio a la reunión previa del 5 de abril.
Según indica el estatuto de la central, se trata de un paso necesario para declarar la acefalía y dar pie a los procedimientos para la renovación de autoridades. En rigor, es el Comité Central Confederal el que tiene la potestad de, ante esa situación, convocar al Congreso Normalizador. El Confederal, a su vez, debe ser convocado por la Comisión Directiva. De la reunión del jueves no surgió la resolución formal que plantee la convocatoria a ninguna de esas instancias. El no cumplimiento de estas formalidades impediría también el ingreso de los movimientos sociales a la central obrera, los que según trascendidos podrían sumar una docena de delegados.