Pese a que en enero había dado indicios de un aparente cambio de tendencia, la industria automotriz sufrió un duro traspié en febrero con una caída del 29,7% en comparación con la producción del mismo mes de año pasado, informó el viernes la Asociación de Fábricas local (ADEFA).
En los concesionarios, en cambio, las ventas de vehículos subieron un 19,1% interanual, según ACARA. La importación de autos brasileños trepó al 63% en los dos primeros meses del año.
La arista más oscura de la combinación entre fábricas devaluadas e importaciones en ascenso se vio, previsiblemente, en el empleo: esta semana Volkswagen anunció que suspenderá a 700 operarios en su planta de la localidad bonaerense de General Pacheco y General Motors informó que dejará en suspenso a 350 de sus trabajadores en Rosario, Santa Fe.
En el mercado creen que el panorama negativo se prolongará y apuntan que buena parte de las empresas no actualizó sus estructuras productivas a 2016.
Los analistas coinciden en que la siesta de Brasil va a continuar y recomiendan salir a buscar nuevos mercados en la región. La máxima aspiración es lograr un crecimiento a tasas bajas cuya constancia en el tiempo, interpretan, dependerá de la competitividad de las empresas: «Tenemos que tener mayor inversión de proveedores automotrices, mayor contenido local competitivo que además sea exportable», señalan.
Los análisis también subrayan que hay automotrices que operan «en función de la corriente, sin pautas de crecimiento independientes» del contexto y advierten que se trata de «políticas muy costosas que preceden a las suspensiones». Los empleados, aseguran, «están muy desmotivados porque no hay señales claras». «