Hace diez años estallaba con toda su virulencia la crisis financiera mundial más grande desde 1929. No fue una sorpresa. Porque desde hacía más de un año las señales de la caída eran cada día más visibles, pero como suele ocurrir en estos casos, los responsables de administrar la economía de las principales potencias prefirieron mirar para otro lado y rezar.
Sin embargo, en medio del incendio, el domingo 7 de setiembre de 2008 el gobierno de Estados Unidos, por entonces bajo la administración George W. Bush, tomó el control de dos gigantes del mercado hipotecario en bancarrota, los popularmente conocidos como Fannie Mae y Freddie Mac. La tradición decía que eran “demasiado grandes para caer” y sin embargo, se desmoronaron como castillos de naipes.
Una semana más tarde, se declaraba en quiebra el banco de inversión Lehman Brothers. No era tan grande, pero luego de meses de indicadores de que “todo lo sólido se estaba desvaneciendo en el aire”, fue el dato que faltaba para que los gobiernos de Europa y de Estados Unidos terminaran por reconocer que estaban en medio de una tormenta de imprevisibles consecuencias. Una tormenta, como todas las que ocurren en la economía capitalista, que fue autoinfringida por los mismos responsables de haberla previsto.
Las culpas por esta situación vienen de épocas anteriores y hay coincidencia en que la desregulación de los mecanismos financieros que se extendió como reguero de pólvora en los 90 generó negocios muy lucrativos para pequeños grupos de aventureros que al principio parecieron exitosos colocadores de deuda y por lo tanto incluso fueron premiados desde las instituciones para las que trabajaban.
Todo eso en el marco de una baja sustancial de las tasas bancarias promovidas desde el Tesoro de EEUU, por entonces en manos de alguien al que se consideraba un genio, Ben Bernanke, y que por poco resulta ser el culpable de todo, aunque para cuando estalló la burbuja que le atribuyen haber contribuido a inflar, ya se había retirado.
Así fue que términos poco convencionales como burbuja, titulización, hipoteca subprime, bonos basura o tóxicos formaron parte por unos dramáticos meses de las primeras planas de todos los medios de comunicación.
Un economista español con exquisito sentido del humor graficó entonces cómo se había originado esa situación, en la que España, aunque no lo parecía, tenía mucho que ver. Para Leopoldo Abadía, que ahora tiene 84 años y lleva casi un cuarto de siglo retirado de la docencia, se trató de una “crisis ninja”.
Esto es: hubo clientes de bancos que confiaron su dinero a instituciones que, sin que ellos lo supieran, lo habían colocado en hipotecas a clientes sin ingresos, sin trabajo fijo y sin bienes (No Income, No Jobs, No Assets). Cuando del otro lado del Atlántico todo se fue por los aires y el que no tenía empleo dejó de pagar, la cadena se cortó dejando a los pequeños inversores con las partes al aire y mirando al oeste.
Los primeros síntomas de la crisis comenzaron a sentirse a fines del 2006, cuando algunos gurúes advirtieron que había riesgo de impagos creciente en las hipotecas en Estados Unidos. Por entonces no era fácil determinar qué deudas eran cobrables y cuáles habían pasado a la categoría de irrecuperables o tóxicas.
Para agosto de 2007 los bancos centrales decidieron intervenir para que no se cortara el flujo de créditos y se frenara la actividad económica. A principios del 2008, en febrero, el Banco de Inglaterra nacionalizó el Northern Rock y en marzo la Reserva Federal acudió al rescate del banco de inversión Bear Stearns, finalmente absorbido por el JP Morgan a precio de ganga.
A fines de setiembre era evidente que Bush hijo iba a hacer algo para que no le explotaran los bancos semioficiales y durante un nervioso fin de semana –que hizo recordar a lo que ocurrió en estos días en Argentina- terminó con un salvataje multimillonario para dos joyas de la corona, una de ellas nacida en tiempos de la crisis del 30 y la otra en los 70.
Fannie Mae es como la creatividad popular bautizó al Federal National Mortgage Association (FNMA) (Asociación Federal Nacional Hipotecaria), creado en 1938 por la administración de Franklin Roosevelt dentro del New Deal para reactivar la economía a través de la construcción de viviendas mediante créditos oficiales blandos.
El nombre Freddie Mac obedece a los mismos parámetros que su hermana mayor. Nacido en 1970, el Federal Home Loan Mortgage Corporation, (Corporación Federal de Préstamos Hipotecarios), tenía como objetivo expandir el mercado secundario de hipotecas.
La intervención en Fannie Mae y Freddie Mac aceleró la caída del Lehman Brothers, una semana más tarde. Fundado en Alabama en 1850 por dos hermanos, como su nombre lo indica, había acumulado una deuda de 613 mil millones de dólares y a esta atura ya no había nadie dispuesto a comprarlo. Como dijo Abadía en el video, ninguno sabía cuánta «basura» tenían nadie y era mejor no quemarse con leche. El Lehman fue desguazado entre varios bancos y de lo que quedó a ser distribuido entre sus acreedores, solo pudieron salvar 65 mil millones. La décima parte.
Bush puso para salvar a los bancos unos 700 mil millones de dólares. Fue muy cuestionado por los demócratas tanto por no haber previsto la crisis como por haber acudido en su rescate con fondos públicos. Sobre ese eje hizo su campaña Barack Obama, quien ganó la elección de noviembre de 2008. Pero Obama terminaría acusado por Donald Trump, ocho años después, de haber sido personero de Wall Street, al igual que la candidata a sucederlo.
No es claro cuánto dinero puso la Unión Europea para salvar a los bancos del continente y tal vez sea la misma cantidad. En el caso de España, el número ronda los 60 mil millones y hace un año reconoció que no pudo recuperar el 75% de esa cifra. Al mismo tiempo perdieron sus viviendas como consecuencia de esa crisis y quedaron literalmente en la calle cerca de 180 mil personas. Para ellos no hubo rescate que valga y además, por las medievales leyes de ese país, siguen endeudados a pesar de haber perdido sus viviendas.