Cuando Messi ejecutó muy bien su penal, pero ese remate encontró la respuesta brillante, espectacular del arquero polaco, la sensación, paradójicamente, no fue la de pesar, angustia o temor. Por el contrario, con el juego de argentina también crecía una gran ilusión de que ese traspié iba a ser superado con amplitud por el equipo argentino, siempre manejeda por su líder futbolístico. Es que tanto Messi como todo el elenco cada vez jugaba mejor, disponía de la pelota, atacaba por todos los flancos y desbordaba con creces a un timorato rival.

Fue así nomás. En el primer tiempo mostró las cartas y desde el inicio del segundo demolió a Polonia. Resultó un dominio total en las tribunas y en la cancha del equipo argentino. No hubo en el campeonato del mundo, en lo que lleva jugado, cuando se enfrentaron dos equipos de primera línea, una superioridad tan manifiesta como la del grupo liderado por Messi. Argentina lo ganó de manera apabullante, aun cuando el resultado haya marcado una exigua diferencia de sólo dos goles. Resulta absurda si se repasa un encuentro en el que la Argentina tuvo una decena de situaciones francas, incluidos los dos goles y un penal ejecutado nada menos que por Messi. Y su rival apenas un cabezazo que no llevar zozobra al buen arquero que es Dibu Martínez.  Hizo dos y por decantación se pensó que debía seguir anotando.

La expectativa en los últimos instantes se ajustó a la intención viva de Messi de concretar un gol propio pusiera el partido en un merecida diferencia a favor de la Argentina y en el desquite emocional del mejor jugador de la cancha, y del torneo, que no había podía abrir el marcador con su penal.

Así los minutos finales trascurrieron en solo interés para que el seleccionado argentino convirtiera un tercer gol que hubiera permitido clasificarse a México. Pero era tal la actitud chata, sin ambición, sin la menor pretensión en un partido de fútbol de parte del equipo polaco, que la afiatada escuadra de Scaloni empezó a retener la pelota lejos de cualquier peligro, a un mundo de las áreas, hasta llegar al pitazo final. Insólito: Polonia se clasificó por buena conducta, un buen caminar, un buen decir, pero sin el menor merecimiento futbolístico.

Argentina, muy por el contrario, va elevando la vara cada partido, cada etapa, cada minuto. Tuvo rutilantes actuaciones como la de Enzo Fernández, confirmando una importancia descollante en esa mitad de la cancha. A Julián Esquina Gol Álvarez se le abrió el arco y es una extraordinaria noticia para sumar a su trajinar denodado entre los centrales.

Definitivamente hay un equipo. Y siempre está Messi, que no se amilanó en el penal que le detuvieron y siguió repartiendo su destreza munida de un corazón gigante. La Selección equipo cumplió, crece, ganó y cada vez gusta más. Está para más. Merced al enorme esfuerzo de la plataforma Relatores seguimos relatando su crecimiento, una cercanía que nos enorgullece y que llega a toda la Argentina mediante la entrañable Radio Nacional.

La Selección ya mira la Copa del Mundo de otro modo que hace sólo diez días. La Argentina tiene futuro.