La playlist que Jorge Sampaoli prepara para cada partido de la Selección incluye La Renga y Almafuerte, como se escuchó el viernes en Manchester, pero también intenta entregar otras armonías, una musicalidad para el juego argentino. Es posible que todavía no sea tiempo para conclusiones, al menos para nada demasiado terminante porque falta el amistoso de este martes con España, pero el primer avance de la gira europea le deja al cuerpo técnico una cierta tranquilidad de que esa idea se macera cuando faltan 80 días para el comienzo del Mundial.
No hay conclusiones porque aún quedan por observar otras cuestiones. También porque no hubo Lionel Messi en Manchester. Y sin Messi la Selección es un asunto aparte, casi otra cosa. Pero como en la elaboración de la música, se pueden observar y estudiar piezas sueltas, ensayar por tramos para después darle forma a un conjunto, generar las combinaciones necesarias para dar a luz un equipo. Es cierto que la victoria frente a Italia puede indicar que existe un camino sin Messi. Pero puede ser una trampa, en la que el técnico no está dispuesto a caer. Por eso le entrega la comandancia del equipo, acaso hasta la toma de algunas decisiones, y no tiene problemas en afirmar que si Messi está bien es el propietario del equipo.
No se trata de subestimar a un grupo de jugadores top (sic de Sampaoli), sino de poner en dimensión al superhéroe rosarino que en el último tiempo se mostró y se confesó un jugador más colectivo, más sintonizado con el hacer de los otros que con su hacer personal. Messi como editor del equipo. La Argentina, como lo hizo con Italia, puede disponer de un partido sin él, explayarse en su juego de posesión, imponer su intensidad y hasta hacer goles como factura de las buenas sociedades (la pared entre Giovani Lo Celso y Ever Banega en el primero; el pase de Gonzalo Higuaín a Manuel Lanzini en el segundo), pero la plenitud la entrega Messi, el todo. Ese pleno al frontman de la Selección es una apuesta que no puede tener plan B. Porque Messi no tiene plan B. Sin él, es otra historia, es el equipo de Sampaoli.
Ahí puede habitar una explicación para la ausencia de Paulo Dybala en esta gira, acaso la ausencia en el Mundial. Sampaoli no busca otros Messi; busca satélites que orbiten con armonía alrededor del planeta Messi. Los que no puedan hacerlo, los que no se adapten, miran desde afuera. Atado a ese concepto, si Messi no está, como sucedió el viernes, el entrenador no pretende que otro jugador vista su disfraz, sino que el equipo equilibre con la mayor eficacia su ausencia. Es otro organismo, otro funcionamiento, requiere otras recetas.
La idea
Lo que se vio el viernes, mucho más allá de un resultado contra una selección italiana en transición, es el trazado de un plan de ensamble, que empieza en el arquero y termina en el ataque. Una posesión larga, que combina toques cortos con otros más largos, alguno que fracture líneas. «Al final todo se basa en el timing», le dijo Saúl, mediocampista del Atlético de Madrid y la selección española, al periodista Diego Torres en una riquísima entrevista publicada esta semana en el diario El País. Tener timing en el fútbol es saber gestionar el tiempo, ese recurso indispensable. El equipo de Sampaoli o el de Messi, cuando esté trabaja el tiempo, intenta ganarlo. ¿Cómo? Con intensidad y posesión. ¿Hasta cuándo? Hasta cuando aparece el camino. ¿Un ejemplo? El gol de Banega, que aplicó su timing con pericia para acelerar hacia el área. Pero también está lo que se produzca arriba, sea con Higuaín, con Agüero, con los que estén. Y con Messi.
La gestión del tiempo no sólo entrega goles propios. También evita los ajenos. Una anotación de Sampaoli el viernes, al final del partido, debió haber sido que la Argentina terminó sin recibir goles. Tuvo mucho que ver la aparición de Wilfredo Caballero en los momentos de mayor tensión, los primeros 15 minutos del segundo tiempo. Tener otra alternativa en el arco, además de Sergio Romero y Nahuel Guzmán, es una nueva certeza para el entrenador. Se aproxima ahí una definición. Como en otras: Nicolás Tagfliafico y Fabricio Bustos demostraron ser laterales educados en el juego con los mismos parámetros que pretende esta Selección. No es casual que ambos estén (o hayan estado, en el caso de Tagliafico) en manos de Ariel Holan, el entrenador de Independiente, el equipo argentino que más le gusta a Sampaoli
Hace nueve meses que Sampaoli está a cargo del equipo. ¿Qué puede esperarse de una selección a esta altura y con ese tiempo tan humano de gestación? ¿Se puede esperar una obra finalizada? Esos plazos son subjetivos, pero hay un contexto: la Argentina se acerca a Rusia, por el momento, sin mayores sobresaltos y en plena tarea de sintonía fina. El martes se acomodarán otras piezas, por ratificación o por aparición. Y luego llegará el spint final, la carrera a Moscú, la ciudad del debut frente a Islandia. En ese trayecto, Sampaoli tendrá que generarse otras certezas, lo que complete un equipo, una Selección. Como se escuchaba en Manchester, con La Renga, eso de ponerle alas al destino.