La foto de Antonella González -basquetbolista, 30 años, base, licenciada en Psicomotricidad- amamantando a su hija Madeleine, de once meses, en el entretiempo de un partido es apenas un recorte de su crianza. La victoria ante Vélez, la cuarta en fila para Rocamora de Entre Ríos en la Liga Femenina, fue también el tercer fin de semana seguido fuera de Concepción del Uruguay para Antonella y Madi. Cada vez que el club juega de visitante, ellas viajan juntas, concentran con el equipo, juegan y vuelven a su casa en la madrugada del domingo. Los espera Walter, compañero de Antonella y papá de Madi. Antonella descansa unas horas. Aunque no muchas. Por las mañanas, trabaja con adultos mayores en el gimnasio de su pareja. También atiende algunos pacientes personales. Dos días a la semana, dirige una escuela de formación motora para chicos y también da clases de hockey infantil en Rocamora. Recién después de todo eso -y una merienda fugaz- llega la hora de las prácticas con el equipo. “Muchas mujeres deportistas no vuelven a jugar por estas cuestiones, por no poder organizarse o no tener con quien dejar a sus hijos”, dice Antonella, todavía sorprendida por la repercusión de su imagen, tan cotidiana durante la maternidad.
-¿Qué refleja que la historia se haya difundido tanto?
-Es muy loco. Para una madre amamantar a su hija es algo natural. Si esto nos hace ruido es porque en algo estamos fallando. Está bueno que se viralice porque nos pone a las mujeres en un lugar para resaltar: somos nosotras las que ponemos el cuerpo. Es importante que se vea y se aliente a las deportistas a pensar que se puede ser madre y jugadora, sin descuidar nada.
Para Antonella, la maternidad llegó en la etapa de aislamiento de la pandemia, una coyuntura que le sirvió para dedicarle más tiempo a Madi. Tuvo un espacio que no hubiese existido en un contexto normal. También le permitió planificar la vuelta a las canchas con una rutina y una planificación ajustada a su ritmo y momento. Fue un trabajo progresivo para llegar al estado físico que quería. “Se queda con la abuela”, avisó a la familia el día del regreso a la primera práctica con el equipo. «Fue un alivio, necesitaba tener mi espacio, mi lugar. Fue un cable a tierra», repasa sobre el reencuentro con sus compañeras y la pelota naranja.
-La deportista que elige ser madre, ¿tiene contención para hacerlo?
-En ese sentido, estamos fallando un poco. Estuve hablando con un par de personas acá acerca de ese tipo de contención que se necesita y se tendría que pensar más, porque hay muchos más casos de los que creemos.
-¿Qué se podría hacer?
-A mí me ayudó muchísimo que alguien esté en el club mientras entreno. En Rocamora me dieron el lugar para llevar una acompañante conmigo para cuando entreno o juego. Es Valeria, una de mis hermanas. Es fundamental. Igual hay un montón de cuestiones que se podrían hacer. El momento más crítico es cuando tenemos que ir a entrenar y no tenemos con quien dejarla. No tengo una solución, pero creo que deberíamos plantear el problema y pensar alternativas.
El pedido para que el básquet femenino también sea profesional, un reclamo cada vez más fuerte, también podría cooperar. Dejarlo tal como está, con apenas unos viáticos para las deportistas y la necesidad de resolver los ingresos en otro trabajo, no hace más que agrandar la brecha. Las diferencias incluso las genera el propio Estado. Rocamora, por caso, recibe subsidios de parte de la Municipalidad: el monto para los varones, que compiten en una categoría menor, es mayor al de las mujeres que pelean en la Liga Nacional. «¿Por qué unos sí y otras no? Hasta en eso tenemos muchas desigualdades. Ojalá sirva para exigir igualdad de derechos y se visibilice lo que nos sucede a las mujeres», reflexiona Antonella, en la previa del 8M. Para su familia, compuesta por cinco hermanas y un hermano, no es un día más. «Lo rescatamos y valoramos un montón. Somos muchas en la familia -repasa- y nos sentimos importantes. Lo vivimos así, y estaría bueno que todas la pudiesen vivir a pesar de todas las adversidades y dificultades del día a día».
-¿La crianza y la maternidad son solo una responsabilidad privada?
-Es todo un conjunto. La familia es un sostén increíble, pero la sociedad debe acompañar. Si estamos como estamos y nos sorprenden estas cosas es porque a la sociedad y al Estado les falta mucho por crecer. Tienen que apoyar, hacer más campaña y remarcar la importancia que tiene amamantar. Es algo conjunto.
En Rocamora, club donde se crió toda la familia González, predomina el espíritu colectivo. En las concentraciones, Madi va de brazo en brazo con las jugadoras o el cuerpo técnico. La pasean, la llevan a recorrer las habitaciones y a jugar. “Antu, ¿me la puedo llevar?” es una pregunta recurrente en el equipo. Después, en la intimidad, Antonella repite esa imagen que ahora es viral. “Es un momento de conexión, muy especial y de amor mutuo. Nos haría muy bien que, por ejemplo, las oficinas tuvieran un espacio real, sin ocultarse, ni ir al baño para poder amamantar. Ganaríamos mucho dándole importancia a ese momento”, dice, mientras compagina otro fin de semana entre la cancha, el deporte y la maternidad.