El grupo de WhatsApp de la subcomisión de médicos de la AFA explotó de notificaciones el martes pasadas las 18. A esa hora, en redes sociales confirmaban que todos los clubes de la Liga Profesional podían regresar a los entrenamientos el lunes inmediato -este lunes- algo que sólo estaba en los cálculos de los equipos que juegan la Copa Libertadores. Los médicos, primera línea de defensa contra el virus, se enteraban por la prensa que en unos días deberían testear a jugadores y cuerpo técnico. Las preguntas y las dudas se acumulaban. Al día siguiente, Donato Villani, jefe del departamento médico, les contaba a sus colegas que tenía la misma información que ellos. En el peor momento de la pandemia, el fútbol argentino inició su regreso a los empujones.
El primer empujón se lo dio la Conmebol cuando le puso fecha a la Copa Libertadores, el 17 de septiembre para los equipos argentinos. A Claudio Tapia ese anuncio lo dejó trabado en sus propias palabras. El presidente de la AFA había dicho que la actividad se retomaría cuando todo el país ingresara en fase 4. Ensayó, en ese momento, la idea de que permitir las prácticas en algunas provincias generaría una desventaja para los equipos del Área Metropolitana de Buenos Aires, donde existe una superpoblación de clubes.
Obligada por la situación, sin poder modificar las fechas sudamericanas, con el fútbol de la región en movimiento, Tapia tuvo que avanzar hacia un horizonte de certezas. La mayoría de los dirigentes argentinos no tenía apuro, pero la Conmebol alteró esa paz. AFA tuvo que acelerar el regreso de los equipos, al menos de los que tenían el compromiso de la Copa Libertadores. El Gobierno tampoco tenía apuro. Sus funcionarios eran cautelosos cuando se les pedía una fecha. El ministro de Salud, Ginés González García -a quien como hincha de Racing no se le puede decir que el fútbol le resulta ajeno- le suspendió dos veces una reunión a Tapia. Pero ante la insistencia, el Gobierno decidió que podrían volver todos el mismo día, al menos en la Primera, incluso la liga femenina, que decidió arrancar recién en septiembre. Fue el segundo empujón a la AFA, que no esperaba esa celeridad. En el Gobierno decidieron que no serían ellos los que marcarían las diferencias. Tapia, de todos modos, hizo un nuevo intento por mover el calendario sudamericano. No pudo. Alejandro Domínguez, el presidente de la Conmebol, todavía tiene cuentas pendientes con Tapia desde la Copa América del año pasado, cuando Messi acusó corrupción y el dirigente argentino lo apoyó en sus quejas.
El debate sobre los test que se utilizarían puso en relieve un desconcierto. La AFA, a la que la Conmebol le giró seis millones de dólares para afrontar el retorno, no iba a garantizar las PCR, más efectivas para la detección de contagio, sino los test serológicos, de origen chino, cuyos resultados negativos no descartan una eventual infección. Lo ideal, decían los médicos, era testear inicialmente con PCR y luego, en todo caso, controlar con serológicos. Así lo indicaba inicialmente el protocolo. Pero se cambió, se escudan en el domicilio de Viamonte 1366, por pedido del Gobierno. Fue al revés, aunque lo nieguen.
“No recomendamos testeos sistemáticos en personas asintomáticas”, dice la resolución publicada el viernes. Esa línea va a contramano de lo que ocurrió con otras ligas en el mundo. Los médicos, que arrastraban broncas desde hacía días, como lo contó este diario, siguieron adelante como pudieron. No tienen una representación gremial que alce la voz. ¿Y los jugadores qué opinan de este regreso? Hubo silencio de Agremiados.
La desventaja, lo que la AFA argumentaba para no dejar que se entrenaran los equipos de zonas en fases más avanzadas, ahora es económica. Los equipos con mayor poder de dinero, o los más equilibrados en sus cuentas, se hicieron de los test más efectivos. Otros clubes, en cambio, fueron sólo por los serológicos, con un gran porcentaje de falsos negativos. Los serológicos, dicen los especialistas, no determina si alguien tiene COVID-19, quizá si alguien lo tuvo, si su sistema generó anticuerpos. Otros clubes decidieron posponer el regreso.
A Tapia, que dedicó los primeros meses de la cuarentena a construir poder, incluso a construir su reelección, todo pareció sobrepasarlo. Tuvo que administrar las decisiones ajenas. Su máximo aliado en la acumulación de ese poder, Marcelo Tinelli, presidente de San Lorenzo y de la Liga Profesional, no habló al respecto. Ni siquiera lo acompañó a la reunión en Casa Rosada. Acaso tenía otras preocupaciones. Por esas horas, la intensidad tuitera del conductor se canalizaba en su producción televisiva, el Cantando 2020.