En la sede de Gimnasia y Esgrima La Plata en Calle 4 hay una fila con cientos de hinchas desde la madrugada. Quieren hacerse socios, necesitan cancelar la deuda, piden la reincorporación. Es inminente: Diego Maradona será confirmado en horas como nuevo entrenador de Gimnasia. Hay, también, hinchas de Boca y de River. Y un hincha de Independiente. “El fenómeno Maradona -dice ante la cámara de TV- va a revolucionar nuestro fútbol. Diego hace muchísimos años que quería venir a dirigir, y la AFA, la FIFA y los poderosos no querían que venga a la Argentina, porque siempre luchó contra eso de que al futbolista no le importa nada”. Y desea: “Esperemos que Gimnasia sea el equipo revelación dentro de la desigualdad del mundo”. Exagerado o no, conspiranoide o no, el hincha de un club que no es el que dirigirá Diego vive el principio de la revolución en La Plata.
Porque Maradona todavía representa la rebeldía. Aún es, en 2019, “el único jugador famosísimo que se animó a desafiar la estructura burocrática, tecnocrática y empresarial del fútbol, el único -dijo Eduardo Galeano- en llamar a las cosas por su nombre”. Maradona nació en Villa Fiorito. Y siempre se encantó -y relacionó- con los destinos laterales del fútbol. Como entrenador debutó en 1994 en Mandiyú de Corrientes. Jugó en Boca y Barcelona, pero se presentó al mundo en Argentinos y explotó en Napoli, la cabecera del sur pobre de Italia y de la Camorra. También jugó en Newell’s y Sevilla. Y su última experiencia como DT fue en la segunda división mexicana, en el Dorados de Sinaloa, siempre tan emparentado con los dineros del narcotráfico.
Diego Maradona por Eduardo Galeano. pic.twitter.com/UcxipJ6U3l
— Roberto Parrottino (@rparrottino) 3 de septiembre de 2019
La Plata, epicentro de movimientos universitarios y bandas de rock como los Redonditos de Ricota, es un punto siempre efervescente en la vida política argentina. Los hinchas de Gimnasia recuerdan de tanto en tanto el “gol del terremoto”, cuando el 5 de abril de 1992 el uruguayo José Perdomo marcó el 1-0 en un clásico ante Estudiantes en el Bosque, y el festejo provocó que se movieran las agujas en el departamento de sismología del Observatorio Astronómico de La Plata, a 600 metros de la cancha. Es el gol que hizo temblar la tierra, la erupción del Vesubio platense. Maradona tendrá a su lado, como ayudante de campo principal, a Sebastián Méndez, un entrenador que se reivindica de izquierda, hijo de un panadero que escapó de España durante la dictadura de Francisco Franco. “Gimnasia es pueblo, es periferia, es el último mito viviente de la ciudad”, dijo Laureano Durán, presidente de Gimnasia en los 60. Había sido tildado de “demagogo”, contó el investigador Carlos Aira, por regalar camisetas triperas en los barrios pobres. “Los mitos -escribió Albert Camus, Premio Nobel de Literatura y arquero de fútbol- tienen más poder que la realidad. La revolución como mito es la revolución definitiva”.
“No sé si puedo considerarme un maradoneano de pura cepa, pero es innegable que Diego, incluso antes de su arribo físico a La Plata, nos corrió del agobio inherente a un promedio flaquísimo para guiarnos al lugar que más nos gusta: el de la celebración callejera, popular; a un escenario de fiesta barrial, de sueño colectivo. Adiós incertidumbre, nos vemos más tarde”, se entusiasma el escritor Daniel Krupa, autor de ¡Gelp!, una novela que narra las desventuras de un hincha de Gimnasia, como él. Porque “el Lobo, acostumbrado a festejar porque sí, lejos de cualquier especulación resultadista, hoy tiene una razón para hacer en el Bosque un nuevo aquelarre: el sujeto que más alegrías le dio al fútbol mundial vino a cantar con nosotros. Al menos por un rato”. El último jugador en usar la N° 10 del Napoli en el San Paolo fue Roberto “El Pampa” Sosa, surgido de Gimnasia. En el anteúltimo partido en la Serie C1 en 2006, en un Napoli que había descendido después de la quiebra económica, metió un gol maradoneano que lo llevó hasta las lágrimas. “Me vuelven loco desde Nápoles -dice el Pampa Sosa-. A muchos que les regalé la camiseta de Gimnasia me dicen que ahora tiene otro valor. Gimnasia está ante un hecho histórico, salga como salga”.
Argentina ho visto Maradona. Diego vuelve a un país en crisis, imposible de disimular con otra edición del Superclásico en la Copa Libertadores. Con su viejo enemigo Mauricio Macri en la fase final de su gobierno, pero con las elecciones nacionales en octubre. Y regresa a Gimnasia, el club del que es hincha Cristina Fernández, la ex presidenta (y candidata a vice por el Frente de Todos). Diego recorrerá las canchas del fútbol argentino y recibirá ovaciones. Una especie de homenaje en vida. Lo hará con un equipo que parte último en la tabla de posiciones y último en la tabla de los promedios del descenso. “El fútbol argentino no le ha devuelto ni un 10% de todo lo que le ha dado -dijo Fernando Signorini, amigo y preparador físico en Sudáfrica 2010, el Mundial que dirigió Diego-. Es tiempo de empezar a pagar la cuenta”. Sacar adelante a Gimnasia es el gran desafío. Una vez le preguntaron a Maradona si le hubiera gustado jugar en el Barcelona de Guardiola. “Me hubiera gustado -respondió- armar un equipo para ganarle”. Con otro objetivo, armará ahora un equipo de Argentina, en su cielo y su infierno.