En un pedazo de papel, Julio Casarez improvisó un mensaje a sus amigos y familiares. “No les voy a mentir –escribió-, estoy preocupado de verdad. No se lo deseo a nadie. Extraño a mi familia, mate, un baño”. En el reverso del mensaje se veía lo que ya estaba impreso desde antes: la fecha del 18 de septiembre y el lugar, la comisaría segunda de Lanús. “Acá no me quiero quedar”, escribió Julio. Era de madrugada y estaba preso desde hacía unas horas, la noche del miércoles en que la Policía Bonaerense reprimió y lanzó una cacería sobre los hinchas de River que habían ido a ver el partido por Copa Argentina frente a Godoy Cruz.
Juan Manuel Lugones, titular de la Agencia de Prevención de Violencia en el Deporte (APREVIDE), promocionó el operativo como un hecho exitoso. Dijo que habían frenado un desastre a partir de las internas de la barra de River. Mostró armas y detenidos. No contó, sin embargo, que un sector de la barra –el que no tuvo presos- se mostró poderoso en la tribuna un rato después. Las políticas punitivas implementadas por el gobierno de María Eugenia Vidal no sólo no terminan con las barras, además tienen otras consecuencias en los hinchas comunes. La represión dejó heridos, uno de ellos, Gonzalo Maidana, primo de Jonatan, ex jugador de River. Y durante cinco días, diez hinchas detenidos, sin vínculo con la barra, pasaron horas de pesadilla en la comisaría de Lanús. Ahora, además, entrarán en la lista del derecho de admisión, tan promocionada por Lugones, funcionario de Cristian Ritondo en el ministerio de Seguridad.
Más imágenes de la represión brutal que recibieron los hinchas de River en Lanús.
— Revista River 1986 (@Revista1986) September 19, 2019
Por Copa Argentina se ha jugado ya en distintas provincias y esto no ocurrió nunca… pic.twitter.com/8RPznRkWDZ
Casarez estaba entre esos hinchas. Tiene 44 años, es empleado estatal, está casado y es papá de una nena de 5 años y un nene de un año. Es presidente de Sentimos River, cuyas actividades, con mucho clima familiar, se pueden ver en la página de Facebook del movimiento. Julio dice que lo detuvieron por filmar la represión. Y, en diálogo con Tiempo, cuenta cómo fueron las horas preso junto a los otros hinchas. “No somos barras”, escribió esa madrugada en el papelito, mientras estaba incomunicado. Su historia, acaso más visible por tratarse de River, es la historia de otros hinchas del fútbol argentino que padecen los abusos policiales desde hace varios gobiernos, pero que se incrementaron con las políticas represivas del macrismo en las canchas. Políticas que, al fin del mandato, no habrán terminado con el fenómeno de la violencia organizada en el fútbol argentino.
-¿Cómo fue tu detención?
-Yo ya estaba prácticamente adentro del estadio. Me faltaba el último molinete, ya había pasado todo. Pero una vez pasado ese control empecé a filmar lo que estaba sucediendo. Un policía me dice que circule. Apago el celu, pero vuelvo a prenderlo porque estaban golpeando a un chico de una manera terrible. Lo tenían cubierto con los escudos y le pegaban de tal manera que no te podés imaginar. Lo estoy filmando cuando aparece un efectivo, me dice “vení, periodista”, y me manotea el celular. Al teléfono le borran los videos y a mí me dejan detenido.
-¿Y ahí mismo te llevan?
-No, nos tienen una hora y media en la calle. Nos decían que era resistencia a la autoridad. En mi caso no fue resistencia y el de los chicos tampoco. Cuando nos llevaron a la comisaría, nos tuvieron dos o tres horas en un patio sin comunicación alguna. Había chicos que lloraban porque necesitaban ir al baño. El maltrato psicológico fue total. “Cerrá el orto, meate encima”, le decían. Pasamos a un calabazo intermedio. A los costados estaban los presos comunes y había más gente que no sabíamos quién era. En la madrugada nos quedamos solos, pensábamos que nos liberaban. Pero apareció el comisario y nos dijo que nos íbamos a quedar.
-¿Del chico al que le pegaron tuviste más novedades?
-Sí, estuvimos en el club durante la semana, yo no lo conocía. Abel Gómez se llama. Tenía doce perforaciones de balas de goma, lo atendieron recién el sábado. Ahora el club se comprometió a acompañarnos con abogados. Nos reunimos con el secretario de River, Ignacio Villarroel, y nos dio el apoyo. Esto no tiene que tener banderas. Caselli puso a disposición abogados, pero también los dirigentes del club ofrecieron abogados. Es el mundo River el que tiene que estar comprometido, el que no tiene que dejarlos solos.
-¿Cuántos eran ahí adentro?
-Los que compartíamos celda éramos diez. No nos quisieron leer qué estábamos firmando. Porque cualquier cosa que haríamos nos podía perjudicar. “¿Qué firmaron?”, nos decían los presos. Pero no tuvimos otra. Ahí empezamos a preguntar cuándo nos íbamos. “Ustedes se van a fiscalía”, nos dijeron. Posterior a eso nos introdujeron en el calabozo con presos comunes. Y ahí vino lo peor. Si bien no recibimos ningún maltratato físico, y hasta nos dieron de comer, los presos se quedaron con nuestras ropas, zapatillas, pantalones, camisetas, anillos.
-¿Y en la fiscalía qué les dijeron?
-Que el juez tenía cinco días para decidir. Que nos culpaban de lesiones graves. Nos estaban haciendo cargo a nosotros de lo que había hecho la Policía. En mi caso, me habían agarrado por filmar. Intenté explicarlo pero la abogada defensora nos decía que en Provincia lo que dice la Policía es lo que tiene validez. Cuando volvimos estuvimos en una celda más tranquilos, solos, sin baños, todo totalmente sucio. El chico herido, Abel, con focos infecciosos en la pierna. Hasta el sábado, que hubo un banderazo de la gente de River, que empezaron a contar públicamente que no éramos barras. Ahí hubo un cambio. Porque no estaban acostumbrados a los reclamos. El comisario estaba muy impaciente y no quería espectáculo para la comisaría. Dejaron entrar a los familiares un rato. Porque hasta ahí estábamos totalmente incomunicados.
-¿Cómo estás ahora?
-Psicológicamente seguimos mal. Es todo un descontrol. Sentimos injusticia por no poder defendernos. Viene cualquiera y nos culpa de algo que no hicimos y no podemos defendernos. Además, siempre previo a un Superclásico pasa algo. Es sospechosos. Uno siente miedo e impotencia. En ese momento tenía miedo.
-¿Creés que tuvo algo que ver la cercanía con el Superclásico? ¿Crear un clima?
-Si van al historial antes del Superclásico, hay causas paradas que se reabren y la aceleran en los días previos. ¿Casualidad? Ya no es casualdiad. Están ensañados con River. Yo tengo treinta años de cancha y ahora dudo de todo. Voy a la cancha con mi familia, soy socio, tengo Tu Lugar en el Monumental (TLM), hacemos Sentimos River con gente de la zona sur de la provincia de Buenos Aires. Nos volcamos a lo solidario, a lo social, festejamos el día del niño, recibimos donaciones de ropa de los socios. Esto no es sólo fútbol, es mucho más. No somos barras, somos gente de un movimiento que va a la cancha.
-Sin embargo, Lugones mostró este operativo como parte de la lucha contra las barras
-Es increíble que Lugones salga a decir que está orgulloso de la Policía Bonaerense. Más estando ahí adentro. Nobleza obliga, creo que dio marcha atrás viendo los videos. Pero ahora no sólo tenemos la causa por lesiones graves. Encima tenés que sumarle un derecho de admisión por dos años. Nos cortan la ilusión. Este martes no vamos a poder estar en la cancha. Estamos trabajando en esto que esa causa caduque y caiga el derecho de admisión. Se tendrá que investigar lo que pasó y que se haga justicia. Esperemos que la gente de River no nos deje solos.