Doce horas pueden alcanzar para cambiar el estado de situación. En la mañana del viernes, el presidente Mauricio Macri había asegurado que la final de la Copa Libertadores entre River y Boca era una «oportunidad de demostrar madurez, que estamos cambiando y que se puede jugar en paz». El pionero de cerrarle la puerta a los hinchas visitantes mientras fue presidente xeneize, ahora pedía abrirlas de manera sorpresiva incluso para el ministro de Seguridad de la Ciudad, Martín Ocampo, que en un principio consideró inviable la propuesta. Un rato después la aceptó. Hasta Patricia Bullrich, la ministra de Seguridad de la Nación, aseguró que estaban dadas las condiciones

Sin embargo, antes de que caiga la noche del viernes, en una entrevista con el periodista deportivo Sebastián Vignolo por Fox Sports, Macri le bajó el tono a su certeza: el presidente aseguró que el Estado aseguraba la seguridad para que esos partidos se puedan jugar con las dos hinchadas pero que la definición pasaba por los clubes. Y Boca y River, se sabe, prefieren jugarlo solo con hinchas locales. 


Si bien el Ministro de Seguridad de la Ciudad, Martín Ocampo, manifestó su oposición a que se juegue con público visitante, minutos después el propio mandatario confirmó en una radio que los dos partidos de la final se jugarán con el público de los dos equipos. 

«Esta mañana cuando me levanté dije: vamos a hacer que esta final tenga realmente todos los condimentos que tuvieron otras finales en otro momento de la Argentina», contó el jefe de Estado en diálogo con Radio La Red. 

«Esta final nunca se va a volver a repetir porque el año que viene la final se va a jugar en un solo partido y en un estadio neutral en otro país. Esta oportunidad histórica tenemos que inmortalizar con un espectáculo completo y completo es que haya hinchada visitante», justificó.