Suele repetirse que, más allá de las guerras, los Juegos Olímpicos representan el evento con mayor logística de la humanidad. Y eso sucede incluso en pandemia, sin público en las sedes y con los accesos limitados a Japón. Sin las figuras icónicas de otros tiempos, con el debate acerca de la salud mental de los atletas como estrella, pero con 15 mil deportistas distribuidos en 339 competencias, los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 son epicentro de historias maravillosas. Y aquí van seis.
“Soy gay y campeón olímpico”
Los de Tokio son los Juegos de la diversidad sexual: al menos 161 atletas se definen lesbianas, gay, transgénero, bisexuales, queer o no binarios. En Londres 2012 fueron 56, casi un tercio. Quien se volvió un símbolo es el clavadista británico Tom Daley, que en su cuarto Juego desde Beijing 2008 por fin pudo conquistar una medalla de oro. “Me siento increíblemente orgulloso de decir que soy un hombre gay y también un campeón olímpico -dijo-. Cuando era más joven pensé que nunca iba a ser nada o a lograr nada por lo que era. Y acá estoy. Cualquier joven LGTBI que se sienta solo, que sepa que no lo está. Se puede lograr”. A finales de 2013, con 19 años, Daley grabó un video en el que decía que conoció “a alguien que lo hace feliz y es un hombre”. Desde ahí se volvió influencer y activista por la diversidad: tiene más de dos millones de seguidores en Instagram y 900 mil en YouTube.
“Patria o muerte. Venceremos”
En la previa a estos Juegos se volvió viral la tabla con el medallero histórico de América Latina, que encabeza Cuba por un largo campo de ventaja. Causó sorpresa por el inédito contexto de movilizaciones que se vive en la isla. Una razón obvia es la política deportiva estatal que se aplica desde 1959. Otra, el poderío arriba del ring. Cuba es el segundo país, detrás de Estados Unidos, con más medallas en boxeo, una disciplina que reparte muchas por las distintas categorías. Esos caminos se cruzaron en la jornada del viernes, en los cuartos de final, en el combate entre el cubano Julio César la Cruz y el cubano que representa a España Emmanuel Reyes, por los cuartos de final de los pesos pesados. La pelea se la llevó La Cruz, oro en Río 2016, que se aseguró otra medalla en Tokio. El cubano, apenas terminó el combate, gritó: “¡Patria o vida, no! ¡Patria o muerte! ¡Venceremos!”.
Se negaron a pelear contra un israelí
Ocurrió en el primer día de competencia. El judoca argelino Fethi Nurin dejó Tokio sin competir en los Juegos por negarse a enfrentar al israelí Tohar Butbul, con quien debía medirse si superaba los 16vos de final iniciales en la categoría de hasta 73 kilos. Nurin ya lo había hecho en el Mundial de 2019. “Trabajamos duro para clasificarnos, pero la causa palestina es más grande”, dijo el argelino, que fue levantado en andas a su regreso a Argelia. El judoca de Sudán Mohamed Abdalrasool, que debía ser el rival de Nurin en esa primera fase, imitó al argelino y también se negó a pelear con Butbul, quien finalmente llegó hasta los cuartos de final. La Federación Internacional de Judo suspendió de manera temporal a Nurin y a su entrenador por ir “en oposición a los valores del judo, con una estricta política de no discriminación, promoviendo la solidaridad como principio clave”.
El podio más joven de la historia
Además del año impar y de la falta de público por la pandemia, la gran novedad de estos Juegos fue la prueba de skateboarding. Y su podio femenino: el más joven de la historia. La japonesa Momiji Nishiya, de 13 años, fue oro; la brasileña Rayssa Leal, también de 13, fue plata; y la nipona Fuana Nakayama, de 16, se llevó el bronce. Nishiya, que pasó de ser casi una desconocida a ídola nacional, se convirtió en la segunda medallista más joven de la historia: superó a Marjorie Gestring (EEUU), campeona en salto de trampolín en Berlín 1936 con 13 años y 267 días. No sólo los protagonistas fueron jóvenes. También los espectadores. Y a eso apuntaba el Comité Olímpico Internacional: fue el deporte más comentado en las redes sociales en lo que va de los Juegos.
Holandeses de huelga en la “prisión olímpica”
Mientras se suceden los Juegos, Japón por primera vez desde el inicio de la pandemia superó la barrera de los 10 mil casos diarios. La situación es dual: hay alarma sanitaria y hay espíritu olímpico. A veces, se hace difícil la convivencia de esos dos estados. Como ocurrió con la delegación holandesa, que denunció una “prisión olímpica” para sus seis deportistas que dieron positivo de Covid-19. “Los deportistas están encerrados en habitaciones muy pequeñas, que no pueden ventilar y no ven la luz del día. Es inaceptable”, aseguró el Comité Olímpico Holandés. Los deportistas aseguraron que comen “la misma comida cada día” y que se sentían “detenidos”. Tras una sentada que duró ocho horas y denuncias en sus redes sociales, lograron 15 minutos diarios de acceso a una ventana.
De los márgenes de Brasil al podio
El surf es otra de las novedades de estos Juegos. Y el primer deportista en conseguir una medalla de oro en esa disciplina fue el brasileño Ítalo Ferreira. Ferreira es de Baía Formosa, en Rio Grande do Norte. Hijo de una moza y de un pescador, comenzó practicando con la tapa de telgopor de la heladera de su padre. Hasta que le pudo comprar una tabla. “La pagó con un poco de pescado y otro poco de dinero; a partir de entonces empecé a surfear más”, contó Ferreira. Ahora es el primer campeón olímpico de surf. Unos días después fue la paulista Rebeca Andrade, de 22 años, la que se ganó todos los aplausos de Brasil: sacó plata en gimnasia femenina, primer podio brasileño en esa disciplina. “Dijeron que los negros no podíamos practicar ciertos deportes. Una mujer negra, brasileña, de madre soltera, de origen humilde, hoy fue la segunda mejor atleta del mundo”, dijo Andrade, que lleva las referencias de un Brasil popular y marginado a sus presentaciones con la melodía funk “Baile de favela”, de Mc João.