Si hay algo que remarcó Lionel Scaloni una y otra vez es que nadie se puede confiar en un Mundial. En la conferencia previa a los octavos de final, repitió el concepto cada vez que pudo. Acaso fue la fórmula para contrarrestar el triunfalismo que aparece y se potencia ante cada victoria. Argentina ya recibió su golpe, el mazazo contra Arabia Saudita que llegó en modo de anticipo en una Copa que después tuvo otras piñas para distintas potencias. “Hay que dejar de lado el teórico favoritismo y jugar un partido de fútbol”, dijo el entrenador de cara al partido contra Australia.
En su propio archivo, el técnico de la Selección Argentina cuenta con una de esas imágenes impensadas que entrega el fútbol. Con la 18 en la espalda, jugó como lateral en la caída por 4-3 ante Australia en el campeonato Sub 20 en Malasia. La selección conducida en ese entonces por José Pekerman terminaría logrando el título en la final contra Uruguay. Pero el 23 de junio, Australia fue el verdugo, el equipo que relegó a Argentina al segundo lugar en la última fecha de la fase de grupos. Walter Samuel también estuvo en la defensa. Pablo Aimar entró desde el banco. Hoy como cuerpo técnico, todos ellos todavía deben recordar el nombre de Salapasidis, el delantero que gritó los cuatro goles del conjunto oceánico.
“Es un buen equipo, esto es fútbol y son once contra once. Tiene buenos jugadores, con experiencia y futbolistas en niveles altos. Sobre todo es un equipo, un conjunto de jugadores que saben lo que quieren. Eso siempre tiene un nivel de dificultad”, evaluó Scaloni sobre el cruce de octavos de final. Incluso le dio vuelta la pregunta a un periodista australiano. “¿A vos te sorprendió la clasificación de tu país? A mi no porque es una buena selección y ha hecho una buena eliminatoria camino al Mundial. Tiene tradición en las Copas y eso lo hace difícil. No hay que confiarse en nada y jugar”, repitió.
Australia logró colarse entre los 16 mejores equipos del Mundial por los triunfos ante Túnez y Dinamarca. Sin brillar, logró conservar el cero en su arco y le alcanzó con un gol en cada partido para clasificar segundo. “Jugaron cinco horas antes siendo segundos, vieron el partido sentado y mirando el televisor. Siendo primero de grupo deberíamos tener otro trato, pero nuestros jugadores están acostumbrados a jugar cada tres días”, se quejó Scaloni. Ya lo había hecho apenas terminó el 2-0 ante Polonia, la mejor producción argentina en lo que va de la competencia.
La cercanía del cruce en octavos dejó apenas un entrenamiento para preparar el partido. También acortó el tiempo de recuperación de los futbolistas que van a jugar cuatro encuentros de máxima tensión en menos de 15 días. Entre ese contexto y la decisión de romper con esa regla de tener un equipo de memoria, Scaloni anticipó que esperará hasta muy cerca del horario del partido para definir el equipo. Todo indica que, como suele hacer, definirá algún cambio. “Siempre pensamos cómo afrontar los rivales con los mejores jugadores para ese equipo determinado”, dijo en la rueda de prensa. Ángel Di María es una de las incógnitas. Pero ya se sabe: Scaloni puede sorprender siempre y mover cualquier pieza. Lionel Messi es la excepción, el número fijo.
“Decidimos partido a partido y el respaldo no va por jugar un partido u otro”, dijo Scaloni. Lo que viene es Australia, el comienzo de la fase eliminatoria. El mata-mata, como dicen los españoles. El momento en el que ya no hay margen para una piña como la de Arabia Saudita. O como la de Australia en Malasia 1997, esa marca que cruza a casi todo el cuerpo técnico que mañana estará sentado en el banco del estadio Ahmad bin Ali Stadium.