Ni el partido que la Argentina le ganó a Brasil en un estadio de cricket australiano, ni el que jugará el martes, sin Lionel Messi, en Singapur, pueden entregar una foto definitiva del equipo que comenzó a construir Jorge Sampaoli. Los amistosos comerciales, más pensados para la facturación que para la preparación futbolística, no son partidos de grandes sentencias, mucho menos cuando se trata de un primer paso, el inicio de una gestión. Son partidos inconvenientes que, incluso, pueden convertirse en un suplicio. Casi ningún protagonista los quiere, salvo empresarios, patrocinadores, dirigentes, hinchas aburridos, medios con derechos, periodistas con viáticos y jugadores que apretan F5 a la espera de una oportunidad. A Sampaoli le sirven, al menos esta vez, como aproximación. Le sirven para ver de cerca. Pero son partidos injustos: las derrotas se juzgan determinantes y las victorias se barnizan con matices. Si se pierden será un escándalo; si se ganan, bueno, ya está, pasemos a otro tema. Es como si esta historia empezara a escribirse desde el miércoles, cuando lo que esté en el horizonte sea la costa de Montevideo, agosto, el partido contra Uruguay.
Sin conclusiones decisivas, entonces, lo que quedan son conceptos. Una especie de establecimiento de principios. Salir por abajo. Como las arañas, contraerse para la defensa y abrirse para el ataque. Buscar espacios ante la presión rival. Recuperar la pelota lo más lejos del arco propio. Darle a Lionel Messi los socios necesarios que le puedan mejorar la calidad de vida adentro de una cancha. Ser ofensivos. ¿Se produjo todo eso con Brasil? No. Muy poco. Pero también fue muy poco el tiempo de cocción. No se cambia un equipo en una semana. Es una construcción lenta que, en la Argentina, se vive con urgencia. Sampaoli asumió el cargo -así es la vida de los técnicos- sin beneficio de inventario. Tiene por delante una clasificación al Mundial de Rusia con un riesgo que no produjo su gestión. Y tiene que levantarle la autoestima a un equipo que no ayudó a hundir en la depresión.
Pero lo que pasó en la cancha el viernes puede compararse con sus apuntes. A algunos periodistas deportivos, sobre todo los que protagonizan los shows del mediodía, se inflaron de ira con la libreta online de Sampaoli. Es curiosa la queja para programas que ocupan varias horas en hablar, se supone, de fútbol. Pero la cuestión es así: la AFA publicó esta semana, después del segundo entrenamiento de la Selección, un breve artículo que tituló «Apuntes para entender un entrenamiento de Argentina». Fue una forma comunicar un método de trabajo de un entrenador que no dará entrevistas individuales. «El objetivo del entrenamiento de hoy -se leyó- era el juego y la recuperación post pérdida. Lo que se requiere es dominar. Para la recuperación post pérdida, lo único que queda es viajar juntos. Para jugar, que nos una el pase». Y entregó tres conceptos: «1- Construir un juego de posición y de posesión para tener el control. 2- Lograr callejones internos y externos, con jugadores cerca y jugadores alejados estratégicamente, para eliminar la presión del rival. 3- Buscar constantemente la superioridad numérica». Pero el concepto no es funcional a ciertas prácticas periodísticas, en las que se necesitan otros asuntos más livianos, menos alejados al juego. Declaraciones amarillas o discusiones banales: ¿cuándo lo va a poner a Mauro Icardi? Pero los conceptos no dan títulos. Tampoco alimentan zócalos de TV.
Después está lo que ocurra en la cancha. Y ahí sí la comparativa podrá jugar (o no) a favor del entrenador.La masa futbolera sólo conoce de Sampaoli una lejanía: los equipos que armó fuera de las fronteras argentinas. Resumido en el bielsismo de Sebastián Beccacece -su ayudante de campo- y en el guardiolismo de Matías Manna -otro de sus asistentes-, Sampaoli sintetiza algo de todo eso. Obsesión y posesión. Mientras construye la Selección, también construye el sentido común con el que lo mira la sociedad futbolera argentina.
En 2014, la Municipalidad de Buin denunció a la Asociación Nacional de Fútbol Profesional de Chile, la ANFP, por contaminación del Río Maipo. En el agua, habían aparecido documentos que pertenecían a Marcelo Bielsa cuando era entrenador de Chile. Los archivos de Bielsa. También los había de otros entrenadores. La ANFP adujo que los habían robado y arrojado al Maipo. Sampaoli era, en ese tiempo, técnico de Chile. La ANFP tuvo que prometer, entonces, que los apuntes de Sampaoli no terminarían en el río. Es casi una metáfora para esto que se inicia. Que los apuntes de Sampaoli sirvan como base. Que algo empiece. Que nadie los tire a la basura.