Lionel Messi se subió a cococho de Marcos Rojo. El peso de Messi -que es el peso de algo más grande que Messi, mucho más grande- se descargó -y descansó- en la espalda de Rojo. Fue el festejo del gol, del 2-1, de la clasificación a los octavos de final de la Copa del Mundo. “Esto empieza, recién ahora está comenzando”, sintetizó el goleador, que hundió de volea la pelota en el arco de Nigeria después de un centro de Gabriel Mercado cuando faltaban cuatro minutos para el final del partido en San Petersburgo.
El zurdo Rojo, el defensor que tiró una rabona para despejar en su debut mundialista en Brasil 2014, el autor de un gol en la victoria por 3-2 ante Nigeria en esa Copa del Mundo, también en el tercer partido del grupo, lo hizo esta vez con la derecha. Y volvió a dejar una instantánea en la historia de la Selección. Gracias a él, Argentina aguanta en este Mundial. Y fue un Rojo determinante en la defensa y, sobre todo, en el ataque. “Rojo se lo merecía”, dijo Messi minutos después del partido. Quizás lo presentía.
El defensor que juega en el Manchester United se quedó un buen rato en la cancha, saludando a sus familiares en el estadio. Fue un actor protagónico porque en el gol de Messi recuperó la pelota y se la cedió a Éver Banega; porque con un movimiento de karate, le sacó la pelota del buche a un atacante nigeriano; y porque el árbitro turco Cüneyt Çakır consultó en la pantalla del VAR si había tocado la pelota con el brazo en un contraataque que terminó con una mala definición de Odion Ighalo. La había tocado, pero de manera casual. Y entonces, después del gol, al minuto 89, sacándose de encima algo más que la pelota, horas de dramatismo y sufrimiento deportivo, la revoleó al cielo ruso.
Rojo no anotaba un gol con la Selección desde las semifinales de la Copa América de Chile 2015. Con el gol agónico, definitivamente se conviritó en un jugador de Selección más que de club. Por más que haya sido el gran hallazgo de Alejandro Sabella, por más que haya nacido en La Plata, en el barrio El Triunfo, por más que haya salido de las inferiores de Estudiantes. “Les había dicho a los chicos que iba a meter un gol. Se lo dije a Éver (Banega) y Ota (Nicolás Otamendi)”, contó, al borde de las lágrimas. “Vale muchísimo. Lo necesitábamos. Estamos más fuertes que nunca”.
Creer o reventar: con los 9 en la cancha -Gonzalo Higuaín y Sergio Agüero-, Argentina ganó con un gol passarelliano de Rojo después de recibir un centro de Mercado, sociedad que ya había dado frutos de goles en Estudiantes. Rojo es, a esta altura, un símbolo de esta generación de jugadores argentinos.