El primer chico lo tuvo que enfrentar sin su gente, con los once jugadores en soledad. Para River será distinto el partido definitivo del sábado, la final de la Copa Libertadores, el trofeo que peleará con Boca y que ya está en el Monumental. Por eso, mientras Boca tiene su baño de masas en la Bombonera, el plantel que conduce Marcelo Gallardo se aísla, como lo hizo en la previa de la ida, en Los Cardales.
Ese retiro, la abulia que precede al Día D, comenzó este mediodía y mantendrá hasta unas horas antes del partido del sábado, cuando el equipo recorra los cincuenta minutos que separan Cardales del Monumental. Será un encierro, algo hermético, en el que se filtrará alguna información, pero en el que Gallardo aprovechará para hacer las últimas pruebas de su laboratorio.
Como Gallardo hace pruebas y más pruebas, no hay precisión sobre el equipo que pueda poner en la cancha. Utilizó en las últimas prácticas tres formaciones distintas. El estilo es la sorpresa. Lo hizo también en la Bombonera, donde River sometió a Boca durante los primeros veinte minutos. Pero además de lo futbolístico, los días previos de concentración también son una forma de mantener una cohesión, un espíritu de cuerpo para afrontar un partido en el que sólo estarán los hinchas locales, en una intimidad que sólo romperá la televisión.
Habrá público local, incluido Gallardo. El técnico no podrá estar en el banco de suplentes por el castigo de la Conmebol. El empate 2-2 lo vio en su oficina del Monumental y luego se desahogó con la gente. “Fue horrible”, dijo. Esta vez, podrá estar en uno de los palcos, lo verá desde la San Martín baja. Pero fuera de sus funciones, las que ocupará su amigo Matías Biscay. Gallardo verá el equipo desde lejos. En estas horas los quiere ver desde cerca.